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Ignacio Villa

El Gobierno de España que no defiende a España

Los insultos a España, las humillaciones a la Monarquía y los ultrajes a la bandera no han sido nunca contestados ni combatidos por el Gobierno Zapatero, que ha presentado en cambio una actitud más cercana a la complicidad que al pasotismo.

Las últimas acciones de los nacionalistas no son ninguna sorpresa. Son simplemente los efectos de una política de inestabilidad institucional que ha venido cultivando el Gobierno Zapatero desde los inicios de la legislatura. Una inestabilidad que es el resultado de la hipoteca del presidente del Ejecutivo con los nacionalismos periféricos. Una hipoteca cuyas letras hemos visto vencer constantemente durante toda la legislatura.

Lo que hemos vivido en Lizarza con Regina Otaola y la bandera de España o lo ocurrido en Gerona con las fotografías de los Reyes tienen su origen en el radicalismo y el extremismo del nacionalismo. Pero que nadie se engañe: la forma en que Zapatero y su Ejecutivo han tratado a España, a la Constitución y a la estabilidad institucional en los últimos tres años y medio han sido el perfecto caldo de cultivo que les ha permitido crecer y desarrollarse. La irresponsabilidad del presidente, junto a la fuerte carga ideológica de sus decisiones, ha debilitado al extremo la imagen y la robustez de la España actual. Una vez Zapatero envía el mensaje de que España es un concepto discutible y renunciable, se da carta blanca a los nacionalismos y a todo lo que quieran hacer para imponer su ideología.

Durante estos tres años el Gobierno ha pretendido que nos acostumbremos a que el panorama habitual sea un paisaje convulso, donde la nación es insultada a diario y en el que no existe nada que fortalezca la unidad y la estabilidad constitucional. Zapatero ha vapuleado tanto la normalidad democrática que los cimientos de nuestra convivencia, construidos durante estos treinta años, se han visto debilitados hasta límites insospechados. Los insultos a España, las humillaciones a la Monarquía y los ultrajes a la bandera no han sido nunca contestados ni combatidos por el Gobierno Zapatero, que ha presentado en cambio una actitud más cercana a la complicidad que al pasotismo.

En este contexto resulta casi ridículo que Zapatero pretenda arreglar esa imagen, labrada con tanto esfuerzo, con un logotipo del Gobierno de España copiado del alemán. Es un logotipo de un Gobierno que no gobierna; un logotipo encargado para decorar el parapeto tras el que se esconde un presidente cobarde que no defiende a España ni a los españoles. Para comprobarlo no hay más que escuchar a la vicepresidenta De la Vega, que ha quitado importancia a los ocurrido en Lizarza y Gerona, calificando lo ocurrido inicialmente de cuestiones menores; un calificativo que ha tenido que rectificar por el de minoritarios. En fin, un lapsus que nos enseña lo que piensa de verdad el Gobierno. Un Gobierno que ha renunciado a los principios constitucionales y que ha cedido el espacio ideológico a los nacionalismos.

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