El sentido común de Rajoy
"En Euskadi hay una prioridad que es que ETA se disuelva y hay una segunda prioridad, que es que se atiendan las necesidades reales de la gente." Ya, claro, que sí, hombre, que sí, piensa uno, acaso ajeno a la eficacia demoscópica de deletrear lo evidente
Con la expresión "sentido común" sucede algo curioso. Hay que mirar de cerca la cara de quien la emplea si lo hace subido a una tribuna. Y revisar con lupa la hechura de su discurso, no vaya a ser que los defectuosos cortes y costuras hayan aconsejado el parche. "Sentido común" es remiendo que, visto de lejos, no se distingue. Deja el ropaje lógico e ideológico apañadito. Sin embargo, cuando las gentes lo invocan en el habla coloquial uno puede relajarse y dar por hecho que habla la voz de la sensatez.
Cuando atribuyo a don Mariano Rajoy más sentido común que a ningún otro político español de la democracia, lo hago agarrado a la segunda acepción, la noble y verdadera: el sentido común de "sentido común" resulta coincidir con el de los griegos. Que nadie vea aquí una paradoja; más bien una brújula para filosofantes.
En la última entrevista de Europa Press, encontrará quizás el lector cultivado demasiado sentido común, una inflación de desparpajo rajoyesco, como aquí: "En Euskadi hay una prioridad que es que ETA se disuelva y hay una segunda prioridad, que es que se atiendan las necesidades reales de la gente." Ya, claro, que sí, hombre, que sí, piensa uno, acaso ajeno a la eficacia demoscópica de deletrear lo evidente. Y es más probable que yerre nuestra fina piel, hipersensible a la obviedad, que Rajoy con una soltura que es, al cabo, proximidad al pueblo.
Pero no sólo hay ese Rajoy. Destaca otro que, con el mismo carácter y en el mismo párrafo que nos hizo bostezar, obtiene rotundos y difíciles éxitos pedagógicos aplicando el sentido común al análisis de situaciones enmarañadas (o que un largo tratamiento mediático, tras apurar todos los prismas, ha enmarañado). Y allí hace la luz. Como en los tres pilares de la política antiterrorista: uno, no se negocia; dos, se elaboran leyes eficaces (que, por supuesto, se cumplen, obviedad, esta sí, que tal como está la España zapaterina nadie le va a reprochar); tres, se intercambia información con la oposición y se actúa con lealtad.
Cuando los populares usaron recientemente "Sentido común" como lema de campaña, a algunos se nos avinagró la expresión. Pero bien mirado, y ateniéndonos a la acepción noble del asunto, que es la coloquial y la griega, se trata del gran activo de su líder. Un activo que le hace próximo y digno de confianza a los ojos de la mayoría silenciosa, locución que también habrá que rescatar.
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