Ignacio Cosidó
La nación y sus enemigos
Zapatero debe explicar cómo es posible que mientras firmaba con una mano el Pacto por las Libertades estrechara la otra con los representantes de ETA
El debate sobre el estado de la Nación será la mejor oportunidad, quizá la última, para que Rodríguez Zapatero explique al Parlamento y al conjunto de los ciudadanos el fracaso de su negociación con ETA. Es una obligación democrática que el actual jefe del Ejecutivo no puede eludir y será responsabilidad de la oposición democrática exigir esa explicación en caso de que Zapatero trate de escapar una vez más de ese debate. Pero aún más importante que la información que el Gobierno debe ofrecer sobre su proceso de negociación es que Zapatero defina con precisión cuál será su política antiterrorista una vez fracasada su vía de la negociación.
El Gobierno ha evitado hasta ahora este necesario debate con dos excusas. La primera es que la lucha contra el terrorismo debe estar fuera del debate político. La segunda es que no podemos dar ninguna credibilidad a las informaciones provenientes del entorno de ETA porque eso sería hacer el caldo gordo a los terroristas. Sin embargo, ambos argumentos son falaces aplicados al proceso de negociación emprendido por Zapatero.
El principio, que el terrorismo debe estar fuera del debate político, tiene plena validez en la renuncia de los partidos democráticos a utilizar los atentados terroristas contra el Gobierno de turno, que es justo lo contrario de lo que hizo el PSOE tras los brutales atentados del 11-M. Pero lo que en ningún caso es asumible es exigir a la oposición democrática que apoye al Gobierno en una política de negociación que es contraria al Pacto antiterrorista firmado por ambos, que constituye a ojos del Partido Popular un inmenso error como ya se ha demostrado, y que atenta contra los principios morales sobre los que se asienta la propia lucha contra el terrorismo. Ya basta, por tanto, de la desvergüenza de esgrimir una cláusula del propio Pacto antiterrorista para legitimar su destrucción.
El segundo problema es que para poder creer al Gobierno, éste debe al menos decir que es lo que tenemos que creer. Es cierto que los terroristas han dado su propia versión de la negociación y que sin duda esa versión estará orientada a favorecer sus intereses criminales. Pero el problema es que los españoles carecemos de la más mínima información por parte del Gobierno que nos permita saber cuál es la verdad. Así, la proliferación de versiones en los medios de comunicación, y no sólo de los que son próximos a la banda terrorista, está generando una enorme confusión en los ciudadanos sin que el Gobierno les ofrezca una información veraz y completa de todo este proceso. Insisto en que eso es una obligación democrática del Gobierno y una necesidad imperiosa para serenar el agitado panorama político de la Nación.
Hay varias preguntas fundamentales que el jefe del Ejecutivo tiene que contestar. La primera es cuándo inició su dialogo con la banda terrorista o sus representantes políticos y cuándo lo finalizó. Zapatero debe explicar cómo es posible que mientras firmaba con una mano el Pacto por las Libertades estrechara la otra con los representantes de ETA o cómo es posible que se mantuviera el diálogo con los terroristas una vez que él decretó públicamente su suspensión tras el atentado de la T-4 en Barajas.
La segunda cuestión es cuál ha sido el contenido de la negociación y cuáles han sido los compromisos adquiridos. El Gobierno siempre ha negado una negociación política con ETA, pero hay demasiados indicios de que los terroristas han puesto sobre la mesa algunas cuestiones políticas relevantes, como el derecho de autodeterminación o el futuro de Navarra, sin que el Gobierno se haya levantado de la mesa. Sería bueno también que el jefe del Ejecutivo diera cuenta de sus compromisos con la banda en términos de tregua policial o inmunidad para los negociadores.
Por último, Zapatero debería informar sobre las causas del fracaso final de la negociación en contra del optimismo y las expectativas creadas por el Gobierno durante muchos meses. Son sólo algunas, pero tendríamos muchas más, como por ejemplo, qué le movió a abandonar una política antiterrorista que estaba conduciendo inexorablemente a ETA a su derrota por una política de negociación que sólo ha servido para fortalecer a la banda.
Más allá de las explicaciones sobre el proceso, sería importante que Zapatero indicara en el próximo debate cuál será su política antiterrorista tras el estrepitoso fracaso de su proceso. Así, sería estupendo que anunciara la vuelta del PSOE al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que nunca debió abandonar, que se cercenara cualquier posibilidad de negociación futura con los terroristas en una resolución consensuada y que se garantizara a través de un pacto entre socialistas y UPN un marco de estabilidad política para Navarra que haga abandonar a los terroristas cualquier ensoñación de poder alcanzar sus objetivos en esta comunidad. Tras la merma de credibilidad que este proceso ha supuesto para Zapatero, son exigibles, además de algunas explicaciones imprescindibles, algunos hechos que demuestren un cambio radical en su política frente al terror.
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