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Agapito Maestre

Pereza orgullosa

Como si nada hubiera pasado en los últimos tres años, como si las rupturas que ha provocado en el débil tejido democrático no hubieran tenido lugar, él sólo tiene una obsesión conseguir la "paz" a costa de la libertad y de la justicia.

Nada bueno cabe esperar del debate sobre el estado de la nación. Veremos, desgraciadamente, el primitivismo de un presidente sin educación política. Sin educación. ¿Será capaz Rajoy de poner en su lugar a Zapatero o, por el contrario, será nuevamente engañado? Las posiciones de Zapatero y sus socios están determinadas por el salvajismo. Ni tienen modelos políticos ni quieren aprender de la historia. No quieren aprender de lo sucedido en la legislatura. Les basta con alimentar los bajos instintos de quienes prefieren vivir arrastrados antes que enfrentarse a los terroristas: "acabemos con esto de ETA a cualquier precio". Zapatero no ha aprendido de lo sucedido. Dirá frases absurdas sobre la paz y nada concretará.

Se diría que los vicios de la educación actual han reducido a determinados gobernantes a un estado de debilidad intelectual insuperable. Ejemplo más relevante de ese estado es la pereza orgullosa que exhibe el presidente del Gobierno cuando se le pregunta por su fracaso negociador, después de más de 25 reuniones, según cálculos realistas, con la banda criminal ETA. Este hombre no se inmuta ante ese interrogante. Por el contrario, persiste en seguir negociando de espaldas a la oposición. Quiere seguir cediendo ante los terroristas. No le importa engañar a los ciudadanos ni tampoco que le llamen vendepatrias. Como si nada hubiera pasado en los últimos tres años, como si las rupturas que ha provocado en el débil tejido democrático no hubieran tenido lugar, él sólo tiene una obsesión conseguir la "paz" a costa de la libertad y de la justicia.

La rectificación y corrección de errores no es concebible en alguien que está sometido a la principal de las perversidades de la educación actual: la carencia de modelos y, por supuesto, el análisis reciente de la historia de España como partera del desarrollo democrático. No obstante, no creo que en esta circunstancia dramática sea baladí preguntarle a los dirigentes socialistas: ¿qué guía la acción política de Zapatero? ¿Cuáles son los modelos del mundo clásico, o de la socialdemocracia decente, que inspiran a Zapatero en la dirección de los asuntos públicos? ¿Qué estadistas lee Zapatero para formar su juicio político? Sospecho que el lector ilustrado considerará que formular estas preguntas a alguien que ha vendido la patria, la nación, es casi una ofensa, pero el comentarista tiene la obligación de hacerlas no tanto porque espere una respuesta sensata, sino para que el líder de la oposición no le conceda nada en ese debate a quien no quiere hacer política sino matar al adversario político.

Nadie, pues, espera nada de Zapatero, pero, cuidado, todo el mundo espera mucho de Rajoy. Por lo tanto, señor Rajoy, empléese con todas sus fuerzas y, sobre todo, déjele claro a Zapatero que en democracia la indolencia, la pereza orgullosa, es un crimen de Estado. Responda usted a lo que no sabe contestar Zapatero.

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