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Diálogo de besugos

Es posible que Moratinos lleve de la mano a la secretaria de Estado norteamericana, dándole todo tipo de lecciones de progresía en el trayecto, pero a Rice y Moratinos nunca les quedará Paris.

Tras el sonado fracaso del intento de que Rodríguez Zapatero fuera recibido por George W. Bush en la Casa Blanca, encuentro en el que nuestra embajada en Washington seguía arduamente trabajando hasta hace pocos meses, el Gobierno español presenta su gran logro: que la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, venga en visita oficial el próximo 1 de junio. Es el máximo nivel al que hemos podido llegar.

Moratinos ya va diciendo a quien quiera escucharle que esta visita viene a demostrar lo acertado de la política exterior española, de su política. Al hacerlo no sólo se calla lo evidente, el retraso con que se produce, sino que vamos después de que Rice se haya encontrado con la misma Siria. Esto es, nos han colocado al final de lo peor desde el punto de vista de la administración norteamericana.

Moratinos también calla que esta visita emulará a aquella tan célebre e inmortalizada por Berlanga en su Bienvenido, Mr. Marshall, donde los estadounidenses, a pesar de todas las expectativas de los lugareños españoles, sólo cruzaron nuestro suelo en medio de la polvareda que levantaba la velocidad de su paso, llevándose con ellos todas las promesas a otra parte. Rice no viene a darle nada a España; en todo caso, le pedirá algo. Pero que se le conceda o no debe resultarle bastante irrelevante, pues nuestra nación hace tiempo que ha dejado de contar en la escena internacional.

Ahora bien, hay que reconocerle al señor ministro español de Asuntos Exteriores que la visita de Rice, si bien irrelevante para los intereses de España, le es muy útil a los al Gobierno actual, pues como ya se ha empezado a decir, sella la normalización de una gran relación. Que sobre América Latina haya posturas enfrentadas, que sobre Cuba ambos gobiernos estén en campos distintos, que de Irak mejor ni hablar, que en Oriente Medio no hay posiciones comunes y que en Afganistán todo esté por decidir, poco importa a Moratinos. Lo que le importa es la foto en las escaleras de La Moncloa.

Es posible que Moratinos lleve de la mano a la secretaria de Estado norteamericana, dándole todo tipo de lecciones de progresía en el trayecto, pero a Rice y Moratinos nunca les quedará Paris. Más que nada porque ella ya está en el Paris de Sarkozy, mientras él se ha quedado encallado en el de Chirac. Un París antiamericano, como nuestro actual Gobierno.

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