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EDITORIAL

Liberarse del marxismo enmascarado

La antropología marxista y la cristiana son mutuamente excluyentes, y el veneno marxista no deja lugar para la convivencia con otras creencias. Por eso lleva a los adeptos a la esta secta a anteponer el marxismo al dogma religioso que dicen profesar.

El Arzobispado de Madrid ha tomado la decisión, tras muchos años de advertencias y consideraciones, de cerrar la parroquia de San Carlos Borromeo, patrón de la Banca, que un grupo de la Teología de la Liberación había tomado como base. Nadie le negará ese derecho, que le pertenece sin género de dudas. Lo único que puede plantearse es si la decisión es pertinente; si resulta conveniente para la propia institución y para los feligreses. Pero también desde esta perspectiva hay poco resquicio para el debate al respecto y sólo cabe considerar la decisión del Arzobispado, y de su cabeza, Antonio María Rouco Varela, de acertada.

La Teología de la Liberación es el nombre que se ha dado un movimiento marxista en el seno de la Iglesia Católica; es decir, una contradicción, un imposible. Tan es así que el movimiento se ha constituido como una herejía que rechaza, no ya posiciones morales de la Iglesia, sino varios aspectos del dogma de la fe. En estas condiciones, ¿Puede extrañar que los sucesivos Papas la hayan condenado, como ha hecho Benedicto XVI recientemente? ¿Puede extrañar que Rouco Varela haya tomado esta decisión?

La antropología marxista y la cristiana son mutuamente excluyentes, y el veneno marxista no deja lugar para la convivencia con otras creencias, si son incompatibles. Por eso lleva a los adeptos a la secta liberacionista a anteponer el marxismo al dogma religioso que dicen profesar. Un marxismo, por otro lado, que ha sido el inspirador de un sistema político que ha acabado con la vida de cien millones de personas, en un esfuerzo sin concesiones para exterminar todo rastro de oposición a su proyecto transformador, totalitario. Y no es ya que muchos de esos millones de muertos fueran cristianos, es que su erradicación está, hoy como siempre, entre los objetivos del marxismo. Quienes comparten en mayor o menor grado ese propósito pronto saltarán en defensa de la célula marxista, lo que nos permitirá confirmar que el Arzobispado no sólo tiene derecho a disolver dicha parroquia, sino que su decisión se puede considerar oportuna.

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