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EDITORIAL

ETA aún no ha vencido

Pero ni ETA ni su compañero de fatigas, Zapatero, contaban con la resistencia que está oponiendo la sociedad civil a su programa de liquidación de España y derribo de la libertad

Batasuna-ETA ha vuelto a hacerlo. Su mitin de este sábado en Baracaldo ha vuelto a reducir a papel mojado el Estado de Derecho. Como en anteriores desafíos, ha contado con diligentes colaboradores. El juez Baltasar Garzón ha dictado una prohibición que no prohibía, el Gobierno ha vuelto a prometer una firmeza que nada reafirma y, mucho menos, la Ley frente al chantaje. El PSOE ni siquiera se ha atrevido esta vez a plantar cara, si quiera retóricamente. Cuando el Grupo Popular le propuso el pasado martes en el Congreso compartir la resolución de interceptar los planes de exhibición de la organización terrorista, los socialistas volvieron a esconderse en las faldas del "todos contra el PP", el único argumento que les queda después de haber dilapidado el consenso del pasado y la confianza en el futuro, según delata de manera alarmante el último Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, correspondiente a febrero de 2007.
 
La iniciativa de ETA es ya aplastante, y puede ser definitiva, si el electorado de Navarra no impide el próximo 27 de mayo la inexorable coalición del PSOE con el frente anexionista de Batasuna y el PNV, dispuesto a impulsar el mal llamado "proceso de paz" hacia el objetivo terrorista de una absorción de Navarra por el País Vasco.
 
Nunca, como ahora, se ha percibido la sensación de impunidad del Mal, el vacío de autoridad con la que hacerle frente, el bloqueo de nuestra forma de vida por quienes (Fiscal del Estado, algunos jueces-estrella, mandos policiales corruptos) tomaron el juramento o la promesa de defenderla frente a sus enemigos.
 
El descaro con el que un portavoz terrorista como Arnaldo Otegi ha anunciado regresarán a las instituciones "sin disfraces ni disimulos", sin condenar la violencia ni acatar la Ley de Partidos, o su jactancia por haber conseguido "dividir a las fuerzas el Estado" buscan la desmoralización de los demócratas y una solución de punto final que satisfaga todas sus exigencias y termine de doblegar a una sociedad harta de ser humillada. Sin duda, es la solución en la que piensa el presidente del Gobierno cuando imagina una salida a la ¿irreparable? crisis nacional que su cizañera política ha desencadenado.
 
Pero ni ETA ni su compañero de fatigas, Zapatero, contaban con la resistencia que está oponiendo la sociedad civil a su programa de liquidación de España y derribo de la libertad. Hoy, la esperanza de continuidad de una España de personas iguales y libres, tal y como la conocemos desde la Constitución de 1978, se atrinchera en esa minoría contagiosa que se ha echado a la calle una y otra vez en los últimos tres años porque no se resigna a entregar la sangre de tantas víctimas y el dolor de tantas familias. Una minoría, sí, porque, no nos engañemos, las mentiras del Gobierno sobre sus tratos con ETA han resultado una eficaz adormidera de masas; pero también contagiosa, porque el bien, la libertad y la razón siempre lo son.
 
El movimiento cívico de resistencia se ha convertido en la amenaza más poderosa a los planes del Gobierno con la organización terrorista. Demostraciones de fuerza como las de este sábado en Baracaldo no se dirigen tanto al Estado, al que Batasuna-ETA considera virtualmente vencido, sino a la intimidación y el hastío de los demócratas. Que no lo consigan, aún está en nuestras manos.

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