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Jorge Vilches

Electoralismo con ETA

el que vota o quiere votar a una organización que apoya el asesinato de los que piensan de forma distinta no merece ningún tipo de respeto, y menos democrático.

La detención de ocho etarras por la Guardia Civil, más otros dos en las carreteras francesas, lleva inevitablemente a una reflexión. ¿Qué hay que negociar con ETA cuando se puede arrestar a los miembros de la banda, y ahogar legalmente a su brazo político? Y no vale el alegato esgrimido por el mundo progre sobre el desamparo de sus votantes, ya que para defender el independentismo, desde la izquierda, ya tienen a Aralar. A lo mejor, es el momento de asumir con madurez la democracia, y atribuir a cada uno su cota de responsabilidad. Porque el que vota o quiere votar a una organización que apoya el asesinato de los que piensan de forma distinta no merece ningún tipo de respeto, y menos democrático.

A pesar de esto, denunciar los términos en los que se está produciendo el "proceso de paz" resulta, para el mundo zapaterista, nada más que "electoralismo". Esta acusación desvela una hipocresía progre sobre su concepto de la política y de la democracia, ¿o es que los partidos no deben responder y canalizar legalmente los intereses e inquietudes de la sociedad? Si cumplen con su cometido, con su deber, los ciudadanos les corresponderán con su confianza, que en democracia se traduce en el voto.

Claro que esa acusación de electoralismo esconde otro de los elementos propios de la izquierda visionaria. Para ésta, el pueblo, la clase obrera, el proletariado, la masa, está alienada o es alienable. ¿Por quién? Por la derecha. Porque el ciudadano español del siglo XXI, correctamente informado y dirigido por la progresía, sería, qué duda cabe, un perfecto izquierdista. La derecha perturba, hace crujir la convivencia, y abusa de la ingenuidad del pueblo español (perdón, de la ciudadanía, quería decir).

Los españoles, por tanto, no debemos saber nada del "proceso de paz". Silencio y discreción siguen pidiendo para negociar con ETA-Batasuna la autodeterminación, Navarra y los presos. Y presentan las críticas y las protestas, o las dudas cuando se hacen públicamente, como "estrategias peligrosísimas para la convivencia y las instituciones". Porque estos que defienden la libertad de expresión cuando se rompe con PRISA, erupcionan si se pide ese mismo derecho en lo que se refiere a las conversaciones con los etarras.

Pero los españoles tampoco debemos discernir con exactitud las razones para votar, y somos presa fácil del electoralismo ladino del PP. Pero es que se trata de la izquierda que se cree portadora de una moral, legitimidad, cultura y humanidad superiores y, por tanto, con la obligación histórica de tutelarnos. Y entramos en el apartado de las contradicciones. ¿Cómo sostener la debilidad de la opinión pública ante "el electoralismo del PP" y ensoñar con la "democracia participativa"?

En esto, la izquierda tutora todavía tiene el descaro de equiparar a la derecha liberal con los batasunos, o la crítica con la patada en los genitales. Esos mismos que, insuflados por el espíritu de Mayo del 68, abanderaban la necesidad de una conciencia crítica, alerta frente a los engaños del poder (siempre capitalista, y siempre de derechas), hoy abogan por la autocensura y el relativismo. Claro, es mucho mejor dedicarle minutos y páginas a los ochenta céntimos del café de Zapatero.

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