¿Y qué piensa Polanco del golpe mediático del 11-M?
No hay que olvidar que, cuando José María Aznar aplicó esa receta en el 2000, ganó las elecciones con mayoría absoluta. Demostrarle a Polanco que hay líneas que no se pueden traspasar no sólo es gratificante; también puede ser rentable electoralmente.
Después de la junta de accionistas, resulta imposible defender a Prisa y sus múltiples medios como meros vehículos "independientes" de la libertad de expresión. Ha hecho falta escuchar cómo Polanco atacaba, hecho un basilisco, al Partido Popular y echaba con cajas destempladas del diario El País a un periodista como Hermann Tersch, con más de veinte años de trabajo en el diario a sus espaldas, por criticar al Gobierno en el debate Madrid opina de Telemadrid. La actitud dictatorial del presidente del primer grupo mediático de España, más propia del régimen que lo hizo rico que de la lógica empresarial, no puede sino llevar a la conclusión de que Prisa está en lo que siempre ha estado: o mandan en todo, incluyendo en ese todo al partido de la oposición, o ya pueden irse preparando los que mandan.
Las formas con que Polanco se ha expresado en público son la simple confirmación de lo se viene denunciando desde hace mucho tiempo. El imperio que ha creado gracias a las dádivas de izquierda y derecha, especialmente la "derecha extrema" que fue el franquismo, es el imperio de la manipulación, de la imposición, de la dictadura de la opinión, del control de la información. Es cierto que ya se sabía, pero ahora será mucho más difícil de esconder. Si a alguien se le ocurriera negarlo, no habrá más que recordar unas declaraciones en las que Polanco ha dejado al descubierto sus intenciones, sus objetivos, sus principios y sus negocios. Lo suyo es el control del poder, de la opinión y de la sociedad.
Por más que esto estuviera a la vista, siempre había quien defendiera a Polanco por un motivo u otro. No en esta ocasión. Aunque muchos hayan clamado contra la justa respuesta del PP, nadie ha defendido las palabras del empresario. Tan sólo sus propios empleados, claro, que les va el sueldo en ello. Pero aún así, resulta llamativo, sobrecogedor y dramático el miedo con que en muchos medios de comunicación se han recogido las acusaciones de Polanco al Partido Popular. Son muchos los que han guardado silencio ante las palabras del presidente de Prisa. Un silencio que habla demasiado alto.
Lo único bueno que podemos sacar es que esta gota haya colmado al fin la paciencia del PP. El único partido de la oposición ha anunciado que no intervendrá en los medios del Grupo Prisa mientras Polanco no rectifique. Es una decisión que debería haberse tomado hace tiempo, pero que ahora se hace absolutamente obligada. No hay que olvidar que, cuando José María Aznar aplicó esa receta en el 2000, ganó las elecciones con mayoría absoluta. Demostrarle a Polanco que hay líneas que no se pueden traspasar no sólo es gratificante y necesario; también puede ser rentable electoralmente.
Ahora, eso sí, hay que aguantar el pulso. Esperemos que no empiecen a salir presidentes autonómicos asustados, alcaldes cómplices, diputados azorados y secretarios provinciales aterrados por lo que puedan pensar de ellos los empleados de Polanco. Pero una vez que el propietario de Prisa ha explicado claramente los motivos por los que sus medios de comunicación someten al PP a una auténtica persecución mediática, los populares no se pueden quedar mirando a la luna de Valencia. Una vez que han decidido plantar cara han de aguantar. Si no lo hacen, su base se lo echará en cara.
Lo único malo de todo esto es que no hubiera ningún accionista que preguntara a Polanco por el golpe mediático del 11 de marzo. Quizá de esa forma podíamos haber salido de dudas sobre lo que pasaron aquellos días y como se articuló la violación del día de reflexión. Otra vez será.
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