Política pornográfica
Como resulta que los fachas no aparecen por ningún sitio, ni en las manifestaciones, ni en los medios de comunicación ni en la expresión común de la gente, la izquierda progresista va aumentando el grado de provocación.
Hay quien dice que las obscenidades anticristianas difundidas con dinero de todos por los socialistas que ocupan la Junta extremeña constituyen, siendo como son una aberración y una infamia, una irregularidad, llamémosla una anomalía, en la política general de Rodríguez Zapatero.
No es así. Mejor dicho, es exactamente al revés.
En la voluntariosa zafiedad del “artista” subvencionado, patrocinado, publicado y prorrogado por los socialistas extremeños (siento tener que unir este apelativo a lo anterior) hay una forma de pleitesía rendida al jefe, en este caso Rodríguez Zapatero. A Rodríguez Zapatero le han adivinado íntimamente satisfecho con lo que piensan que será interpretado como una trasgresión, una expresión de rebeldía, la expresión de lo que nos llevará, cumplido el trabajo de subversión, a un mundo postcristiano en el que el bien, el mal, la libertad o la vida humana resultan ser nociones tan endebles e inconsistentes como la de nación. Los socialistas extremeños han creído estar abriendo la vía al nuevo socialismo que Rodríguez Zapatero entrevé en sus alucinaciones. Y esperaban, con razón, que se les felicitara.
Pero hay más. Los socialistas y, en general, la izquierda progresista en España se creen literalmente que todo lo que no forma parte de su tribu es de extrema derecha. Como resulta que los fachas no aparecen por ningún sitio, ni en las manifestaciones, ni en los medios de comunicación ni en la expresión común de la gente, la izquierda progresista va aumentando el grado de provocación.
Como los fachas siguen sin dejarse ver, la apuesta aumenta. Ya no basta con el nombre, que ha dejado de ser un insulto para convertirse en una señal de honradez, un timbre de gloria. (De hecho, quien no haya sido llamado facha alguna vez por los progresistas españoles pronto será considerado un colaboracionista.) Por eso ahora hay que acosar a la gente del PP, como hace Montilla en un gesto arquetípicamente nazi, digno de los buenos tiempos de los pogroms y los “paseos”. Las caceroladas social nacionalistas van a la caza del facha, a ver si sale de su madriguera, con un poco de suerte responde y se encarna así ese fantasma perseguido incansablemente por los progresistas. Luego se les zurra, como hicieron Bono y El País con los famosos “agresores” de la manifestación de la AVT.
Las obscenidades de los socialistas de Extremadura van en la misma dirección. Más allá del escarnio y de la zafiedad, revelan el grado de inmundicia al que han llegado los progresistas en España. Se imaginan que están sacando a la luz el subconsciente cristiano. Están convencidos de que van a conseguir que se manifieste al fin la vieja inquisición porque creen que en los imaginarios inquisidores que aspiran a despertar laten, prohibidas y censuradas, esas imágenes que lanzan a la cara como un insulto, siendo así que son, pura y simplemente, una confesión auténtica.
Los socialistas, los progresistas han volcado en esas imágenes su resentimiento, su voluntad de provocación y, en el fondo, la manera en la que ven las cosas. Son así, esa es la gente que nos está gobernando y a partir de ahora quien los vote sabe ya sin ningún género de dudas que clase de política pornográfica está apoyando. ¿Responderles? Que se pudran solos.
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