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Jeff Jacoby

Apoyar a los soldados buscando su derrota

EEUU es un país libre, pero no son los Michael Moore o quienes prohíben el reclutamiento en sus campus o los senadores bocazas los que lo mantienen así. Ellos se limitan a disfrutan de la libertad que otros están dispuestos a defender con sus vidas.

¿Exactamente qué significa apoyar a las tropas pero oponerse a la causa por la que luchan? Ningún fan leal de los Colts animaría a Indianapolis a perder la Super Bowl. Ningún inversor compraría 100 acciones de Google con la esperanza de que el valor de Google se desplomase. Nadie que estime a los bomberos por su valor y formación desea que un incendio escape a su control.

Pero no faltan norteamericanos que insisten en que "apoyan" a las tropas norteamericanas en Irak pero que quieren que la guerra que libran esas tropas acabe en derrota. Las dos posturas son irreconciliables. No puedes lógica u honorablemente maldecir la guerra como un desastre neocon inmoral o un robo de petróleo por parte de Halliburton o "un fraude cocinado en Texas", pero aún así bendecir a las tropas que lo lleven a cabo.

Pero ni la lógica ni el honor han impedido a los miembros del Congreso intentar la cuadratura del círculo. La resolución no vinculante aprobada la pasada semana por la Cámara pretende estar en misa y repicando. Una de sus dos cláusulas afirmaba expresamente "apoyar y proteger" a las fuerzas que cumplen órdenes "valiente y honorablemente" en Irak. La otra afirmaba que el Congreso "desaprueba" el incremento de tropas ahora en marcha, un incremento que el general David Petraeus, el recién confirmado mando militar en Irak, considera esencial para que Estados Unidos tenga éxito.

Fue una resolución desafortunada y deshonesta, y tiene que haber hecho maravillas por la moral de los insurgentes. Los demócratas casi ni se molestaron en disfrazar eso al afirmar "apoyar y proteger" a las tropas, que lo que pretenden realmente es minar y poner en peligro su misión. The Politico, una web de noticias de Washington, informó el jueves de que la estrategia de "importantes demócratas de la Cámara, trabajando en concierto con grupos pacifistas" consiste en "perseguir una estrategia de desangrar lentamente diseñada para limitar gradualmente las opciones de la administración". Si obraran de acuerdo con su conciencia, demócratas como Nancy Pelosi o John Murtha directamente retirarían los fondos a la guerra, traerían a las tropas a casa y afrontarían las consecuencias políticas. En su lugar planean una agonizante y prolongada derrota, estrangulando lentamente el esfuerzo bélico negando refuerzos y, con el tiempo, no dejando otra opción que la retirada.

Así es como "apoyan" a los soldados quienes se oponen a la guerra: las "desangran lentamente". O afirman que las vidas entregadas por esas tropas fueron "desperdiciadas", como hizo recientemente el senador Barack Obama. Luego se distanció de esas palabras ("Bueno, como ya he dicho, eso no es en absoluto lo que quería decir, y me disculpo si alguno de ellos pensó que había rebajado el enorme valor y sacrificio que han mostrado"), pero la metedura de pata le había dejado ya en evidencia porque, como suele suceder en estos casos, el error mostró las verdaderas ideas del orador.

¿Pero por qué no debería Obama pensar de esa manera? Si un efectivo norteamericano muere en el curso de una guerra que derrocó a una dictadura monstruosa, abrió la puerta a la posibilidad de un gobierno árabe decente y se ha convertido en el frente central en la lucha contra el Islam radical, entonces su muerte no es en vano. Es el sacrificio de un héroe estadounidense, la medida definitiva de devoción incondicional prestada por la causa de la libertad. Pero si fallece en el curso de una invasión ilegítima y sin sentido –la opinión Obama-Murtha-Pelosi sobre Irak– entonces su vida sí se desperdició. ¿Es eso lo que usted sostiene, senador? ¿Por qué no decirlo?

El de Obama es simplemente el último de una larga serie de comentarios de senadores que permiten hacernos una idea del desprecio antimilitar de la izquierda.

La gente inteligente que trabaja duro tiene éxito, "bromeó" John Kerry el pasado otoño, pero los paletos sin educación "se quedan atrapados en Irak". Osama bin Laden es apreciado por los musulmanes por "construir escuelas, construir carreteras, [y] construir instalaciones de día", según explicó la senadora Patty Murray en el 2002, mientras que los americanos solamente hacen acto de presencia "para bombardear Irak y acudir a Afganistán". El colega de Obama en Illinois, Dick Durbin, subió a la palestra del Senado para equiparar los interrogatorios del ejército norteamericano en la bahía de Guantánamo con criminales genocidas de masas: "Nazis, soviéticos en sus gulags o... Pol Pot".

No hace falta decir que muchos demócratas y progresistas están en primera línea en lo que a admirar y apreciar a su ejército se refiere. Pero es innegable que una cantidad notable de la hostilidad antimilitar actual circula generosamente por la izquierda. Los ejemplos no tienen fin: las oficinas de reclutamiento son prohibidas en los centros universitarios elitistas, San Francisco prohíbe atracar en su puerto a un barco de guerra histórico, las pancartas pacifistas exhortan a las tropas a "fusilar a sus superiores", un profesor de la Ivy League reza por "un millón de Mogadiscios", Michael Moore compara a los insurgentes iraquíes que matan norteamericanos con los Minutemen de la Nueva Inglaterra revolucionaria, etc.

Estados Unidos es un país libre, pero no son los Michael Moore o quienes prohíben el reclutamiento en sus campus o los senadores bocazas los que lo mantienen así. Ellos se limitan a disfrutan de la libertad que otros están dispuestos a defender con sus vidas. Es a los hombres y mujeres que se presentan voluntariamente para vestir uniforme a los que les debemos nuestra libertad. Ciertamente se merecen algo mejor que piadosas declaraciones "de apoyo" de aquellos que trabajan por su derrota.

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