El calentamiento global nos hace homosexuales
En el fondo, hablamos de unas cuantas décimas de grado de cambio en la temperatura, ninguna de ellas en los últimos ocho años, por cierto. Si existe algo en lo que haya consenso, es que haremos muy poco que pueda afectar al clima.
A pesar de sus esfuerzos, los alarmistas del calentamiento global parecen incapaces de convencer a la Administración Bush. De modo que les dejo una sugerencia: tienen que lograr que los científicos digan al presidente que el calentamiento global vuelve homosexual a la gente.
La idea me llegó tras ver un anuncio de la chocolatina Snickers en la Super Bowl, y tener noticias de la "controversia" que le siguió. En el anuncio, dos tíos que se comen la barra de chocolate cada uno por un extremo se tocan inadvertidamente los labios. Impactados, deciden hacer algo "masculino" y mostrar su heterosexualidad. ¿Cómo? Se abren sus camisas y se arrancan pelo del pecho. Un grupo de defensa de los derechos de los homosexuales calificó de homófobo al anuncio y exigió a la gente de Snickers que dejase de emitirlo. Está claro que los que odian a los gays están muy extendidos por todo Estados Unidos.
Así que imagine si los científicos le dijeran a Bush que el calentamiento global vuelve homosexual a la gente.
El documental de Al Gore, Una verdad inconveniente, asustó a más personas que la escena de la ducha de Psicosis, de Alfred Hitchcock. El ex vicepresidente nos asegura que el debate dentro de la comunidad científica referente a las consecuencias del calentamiento global está zanjado. Pero ante eso la Administración Bush bostezó. Y apenas la semana pasada, algo llamado IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), un grupo patrocinado por Naciones Unidas, también hizo sonar las alarmas. Pero la Administración Bush sigue sin estar convencida.
Pero lo de los homosexuales podría funcionar. Es decir, asumiendo que puedas contar con todo el mundo. Desafortunadamente, algunos escurridizos científicos políticamente incorrectos están llegando a decir a los alarmistas del calentamiento global que se calmen, así que es dudoso que se sumen. ¿Quiénes son estos chiflados?
Un profesor de meteorología del MIT, Richard Lindzen, por ejemplo, dice: "Creo que todo esto se parece demasiado a un grupo de niños pequeños encerrándose en armarios oscuros para ver cuánto pueden asustarse a ellos mismos y entre sí. Y hay mucha confusión en esto y, en el fondo, hablamos de unas cuantas décimas de grado de cambio en la temperatura, ninguna de ellas en los últimos ocho años, por cierto. Si existe algo en lo que haya consenso, es que haremos muy poco que pueda afectar al clima. Y creo que las futuras generaciones no van a culparnos de nada excepto de ser idiotas, por dejar que unas cuantas décimas de grado nos hagan caer presos del pánico. Nadie está argumentando si nuestro clima está cambiando o no. Siempre está cambiando. El nivel del mar lleva subiendo desde la última edad de hielo. Los expertos sobre ello en el IPCC han reconocido que no existen pruebas fiables de que eso se esté acelerando."
Después está Chris Landsea, el científico que dimitió del IPCC el año pasado acusando a la organización de "estar sometida y su neutralidad perdida". "El motivo por el que mis colegas [del IPCC] utilizan a los medios para impulsar un propósito preconcebido no sostenido por los hechos de que la reciente actividad de huracanes se ha debido al calentamiento global queda más allá de mi comprensión", escribió Landsea. "Mi opinión es que cuando la gente se identifica como asociada con el IPCC y después hace pronunciamientos que distan mucho de ser científicos, comprende que perjudicará la credibilidad de las ciencias del cambio climático y a largo plazo disminuirá nuestro papel en las decisiones políticas."
¿Qué hay del autor de La amenaza de Andrómeda, el doctor Michael Crichton? Sin ser ningún especialista en el clima, Crichton escribía recientemente un libro de ficción llamado Estado de miedo. El protagonista desafía la sabiduría convencional de los alarmistas del calentamiento global. Preparando su libro, Crichton investigó la literatura científica sobre calentamiento global. ¿Su conclusión? Buena parte de la misma es pura exageración. "Afirmo que el debate abierto y sincero de los datos, y de los problemas, está siendo censurado", escribe Crichton. "Las principales revistas científicas han tomado posturas editoriales firmes a favor del calentamiento global, algo que, la verdad, no es algo que debieran hacer. Bajo estas circunstancias, a cualquier científico que tenga dudas no le es difícil comprender que será más inteligente callarse... La mezcla de ciencia y política es una mala combinación, con malos antecedentes."
Los alarmistas quieren que Estados Unidos firme el Protocolo de Kyoto. Esto exige gastar toneladas de dinero en reducir las emisiones de gases invernadero. Pero durante la Administración Clinton, el Senado votó, con una rara unanimidad de 95-0, en contra de ratificar los acuerdos de Kyoto mientras excluyesen las emisiones de países como China o la India. Y lo hacen.
60 científicos canadienses firmaron una carta al primer ministro de su país, instando a "un examen independiente de la ciencia del clima", porque "miles de millones de dólares destinados a la implementación del protocolo [de Kyoto] en Canadá serán despilfarrados si no examinamos apropiadamente los descubrimientos recientes en las ciencias del clima".
Otros, como el economista Julian Morris, sugieren que gastar todo este dinero en Kyoto empobrece al planeta a cambio de muy poco beneficio. "Las mismas personas que predicen cambios climáticos masivos", afirma Morris, "también predicen que, para que esos cambios climáticos tengan lugar, tendríamos que crecer económicamente una barbaridad. De modo que la gente más pobre del mundo ya no será pobre... La realidad es que, en el futuro, la gente será lo bastante rica como para adaptarse a casi cualquier cambio que pueda ocurrir".
¿Está usted confuso? Yo también. De modo que dejemos a un lado toda esta incertidumbre y especulación, y pongámonos manos a la obra: el calentamiento global vuelve homosexual a la gente.
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