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EDITORIAL

El problema del Barça es Laporta

Laporta ni siquiera le ha impuesto una mínima multa. ¿Y cómo iba a hacerlo? Oleguer es sin duda quien más en sintonía está con su presidente.

Kelme ha decidido dejar de patrocinar al futbolista del Fútbol Club Barcelona Oleguer Presas, conocido más por sus posiciones independentistas que por su juego, en un acto que les honra. Habrá quien considere, desde esa cómoda visión del hombre como un receptor pasivo de derechos sin deber alguno, que la libertad de expresión consiste en poder decir lo que se quiera sin temor a sufrir las consecuencias, y que por tanto esta decisión es una forma de censura. Sin embargo, tan libre es Oleguer de decir lo que piensa como Kelme de dejar de patrocinarlo; la libertad de expresión consiste en poder decir lo que se piensa y difundirlo con los medios de los que se disponga sin que se tomen represalias violentas por ello, sea por parte del Estado, que es lo más frecuente en el mundo, o por parte de otros, como las bandas terroristas. Pero las palabras pueden y suelen tener consecuencias en las relaciones privadas, como todos experimentamos en nuestras vidas, y la decisión de la empresa alicantina no es sino un ejemplo de ello. Un ejemplo que, sin embargo, no dudamos que será usado para alimentar el sempiterno victimismo nacionalista.

Lo que debería avergonzar al presidente del Fútbol Club Barcelona es que una empresa de equipación deportiva haya mostrado mucho más saber estar que él. Laporta se ha limitado a lanzar unos tímidos reproches a su jugador Oleguer, pero no porque utilice su situación como futbolista del Barça para mostrar su plena solidaridad con De Juana Chaos y, por tanto, su profundo desprecio por las veinticinco personas a las que asesinó. No, lo ha hecho por hacerlo en una rueda de prensa en las instalaciones del club. Además, siempre hay que darle más importancia a las acciones que a las palabras, y lo cierto es que ni siquiera le ha impuesto una mínima multa. ¿Y cómo iba a hacerlo? Oleguer es sin duda quien más en sintonía está con su presidente.

No hay duda de que una de las razones por las que el futbolista catalán ha llegado al extremo de apoyar a un terrorista en una rueda de prensa en Can Barça ha sido la politización creciente que el club catalán ha padecido desde que Joan Laporta accedió a la Presidencia, y que finalmente ha provocado que el defensa no pensara que estaba haciendo nada incorrecto por mezclar fútbol y política. El uso del club como plataforma nacionalista radical ha sido una constante en los últimos años. El presidente del Barcelona empezó por retirar la bandera española de La Masía, continuó negándose a apoyar la candidatura de Madrid 2012 y terminó presionando a algunos futbolistas de la primera plantilla para aparecer con una pancarta de apoyo al Estatuto. Y sin olvidarnos de la exhibición autorizada en el césped del Nou Camp de un mapa de esa fantasía imperialista de los països catalans.

Una sociedad que se declara democrática ha de estar profundamente enferma como para no condenar actitudes como las que ha llevado a cabo continuamente el presidente del Fútbol Club Barcelona. La extensión de la política a todos los ámbitos de la vida es una de las costumbres más deleznables del totalitarismo. No sólo es emplear la atención que se disfruta por unas razones bien alejadas de la política para hacer propaganda sectaria sino, sobre todo, impedir que el individuo pueda disfrutar de espacios ajenos al nacionalismo donde respirar. Parece ser que los catalanes de bien han de dormir, comer, beber y respirar nacionalismo. Y Laporta denigra el deporte, el fútbol y al club que preside empleándolo en ese vil objetivo. No puede por tanto extrañarse ni lamentarse sinceramente de que alguno de sus jugadores se lo tome al pie de la letra.

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