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Cristina Losada

Ein Volk, ein lehendakari

El Führer encarnaba al Volk, como Ibarretxe, o eso han dicho, encarna a toda la sociedad vasca. Y su imputación quieren presentarla como una ofensa a todos los vascos. Lo que también es una forma de eludir la responsabilidad individual.

Una empresa alemana ofrece manifestantes de alquiler con el desmistificador lema "Rent a demo": alquila una manifa. El negocio consiste en ponerle a uno el pack completo de personal manifestante, cartelería y megafonía donde quiera y cuando le haga falta. La idea se ha presentado como una curiosa novedad, casi una extravagancia, pero bien mirada sólo sustancia a la luz un fenómeno tan real como subrepticio. El manifestante de alquiler, si no comprado, es una figura tradicional y puede salir mucho más caro que el que ahora podrá contratarse en Alemania por 150 dólares al día. Caro, sobre todo, para el contribuyente cuando es el caso de actos de apoyo al poder, como esos que organizan desde el Gobierno vasco. Pues hace falta un riego continuado para que, en esos momentos de la verdad, no haya un alto cargo, un elevado funcionario, un encumbrado empresario, un miembro de la fauna dirigente que escurra el bulto. Estas acciones de respaldo al Gobierno recuerdan las que se producían cuando Franco se daba un garbeo por provincias. El que no fuera a vitorearlo estaba en su derecho, pero sabía que la ausencia implicaba pasar a la lista negra de la disidencia con el régimen.

Dicen los de erento.com, que así se llama la empresa de manis de encargo, que es imposible distinguir a los manifestantes reales de los alquilados. En estos aquelarres nacionalistas tampoco hay forma de diferenciar a aquellos que se juegan el plato de angulas, el Audi y el chalet, de los auténticos creyentes en las doctrinas sabinianas del pueblo elegido y la superioridad de la raza, que como decía Unamuno es una categoría que agradecen los que no gustan de esforzarse por "superiorizarse individualmente". La verdad es que sería un mal menor que fueran más los atados por el compromiso que los atrapados por la patología nacionalista, pero ahí están unos y otros, ofreciendo al mundo civilizado el espectáculo de la corrupción moral y la confusión política. Pues hay un rincón de Europa donde un gobernante, al ser citado por la Justicia, monta una algarada. Donde las autoridades le ponen alfombra roja al jefe del principal satélite de una banda terrorista y consideran una insoportable mancha para la institución no ese y otros actos del mismo jaez, sino el hecho de tener que rendir cuentas de ello.

La manifa de alquiler nacionalista es la protesta de la sociedad tribal frente a la sociedad abierta. Subraya algo sabido: que los jueces del TSJPV y el Gobierno vasco pertenecen a galaxias políticas y éticas distintas. Los primeros actúan en el universo de la nación cívico-democrática, donde rige la igualdad de los ciudadanos ante la ley y donde nadie está por encima de ésta. Los segundos giran en el viejo cosmos de la nación étnica, y en él no hay ciudadanos ni ley ni igualdad, sino aquello que el proto-caudillo de los nacionalistas resumía en dos sencillos conceptos: Ein Volk, ein Führer. Que eran dos que se hacían uno. Pues el Führer encarnaba al Volk, como Ibarretxe, o eso han dicho, encarna a toda la sociedad vasca. Y su imputación quieren presentarla como una ofensa a todos los vascos. Lo que también es una forma de eludir la responsabilidad individual.

Los manifestantes del Gobierno vasco también se parecen a esos padres que acuden a los colegios con ánimo de abroncar, y hasta de atizar si se tercia, al profesor que ha osado suspender a su hijo. El nene Ibarretxe no puede defenderse solito y por eso van a acompañarle al juzgado, como ya hicieron con Atutxa, otro menor de edad político. Creen que van como los caudillos, rodeados de sus huestes, pero al hacerlo así muestran su debilidad, su falta de coraje, su necesidad de hacerse pasar por víctimas. Lo malo, para ellos, es que han dado con unos jueces que, de momento, los tratan como adultos. Y que no creen que los jefes de la tribu sean intocables.

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