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EDITORIAL

Las juventudes nacional-socialistas de Cataluña

Si graves son los insultos y la violencia física que han padecido los miembros de Convivencia Cívica Catalana, no menos grave es la represión de carácter institucional contra la que recogían firmas.

Este miércoles se ha vuelto a producir un nuevo acto de violencia política en Cataluña que, como siempre, ha tenido como víctimas a quienes se rebelan contra el nacionalismo obligatorio. La plataforma Convivencia Cívica Catalana había instalado en Santa Coloma una mesa de petición de firmas para la enseñanza en lengua materna y en pro del bilingüismo escolar, cuando unos jóvenes independentistas, en una clara muestra de ese "fascismo" en el que no se reconocen, empezaron a llamar "hijos de puta", "charnegos de mierda, iros a Madrid" a los miembros de la plataforma y a cuantos ciudadanos atendían a su petición. No contentos con ello, los nacionalistas apartaron de la mesa a unos firmantes y rompieron pliegos oficiales de recogida, para dar después una patada a la mesa y destrozar el cartel que publicitaba la recogida. Finalmente, agredieron con una patada y un puñetazo en la cara al presidente de la plataforma, Francisco Caja.

Desgraciadamente hechos tan graves como estos serán silenciados en los medios de comunicación, por nulo parangón que tengan en la Europa democrática. Claro que, estos brotes de violencia política, cada vez más frecuentes en la Cataluña del Tripartito, no dejan de ser prolongación de los liberticidas delirios ideológicos que inculca el nacionalismo, tanto en las escuelas como en los medios de comunicación.

Si graves son los insultos y la represión física que han padecido los integrantes y simpatizantes de CCC, no menos grave es la represión de carácter institucional contra la que recogían firmas, pues la política lingüística nacionalista cercena el derecho constitucional a recibir enseñanza en la lengua materna de más de la mitad de los catalanes.

Aunque muchos ciudadanos estén despertando del pensamiento único nacionalista –los nacionalistas, aunque mayoritarios, han retrocedido en su conjunto en las últimas elecciones–, mucho más hay por hacer para que pongan fin a su condescendiente pasividad frente a esos falsos y liberticidas moldes identitarios que tanto violentan la realidad de Cataluña como los derechos de los catalanes.

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