José Carlos Rodríguez
Bush, pato cojo
Los resultados son más una derrota del Partido Republicano que una victoria de sus adversarios.
Los resultados no dejan espacio a las dudas. Los demócratas han ganado las elecciones legislativas de mitad de legislatura. ¿A qué nos enfrentamos ahora? Cuando un presidente se enfrenta a sus últimos años y su poder está disminuido por un Congreso contrario, se dice de él que es un "lame duck", un pato cojo. Una expresión muy gráfica sobre la importancia o el poder que se le atribuye. Bush, que fue tan poderoso, se enfrenta a un final de mandato poco brillante.
George W. Bush ha sido un presidente revolucionario, porque es un conservador atípico. Llegó a la Casa Blanca con pocas ideas, aparte del conservadurismo compasivo y la reforma del sistema de pensiones, que no ha llevado a cabo. En materia exterior se le pintaba como un aislacionista, pero el once de septiembre lo cambió todo. Ha apostado claramente por la lucha contra el terrorismo en los Estados que amparaban sus actividades, y de la mano del neoconservadurismo ha defendido una transformación democrática del mundo, en la confianza de que las libertades políticas son el mejor antídoto contra el terror. Siempre ha hablado de extender el comercio para crear riqueza y paz, aunque su propio comportamiento ha sido contradictorio.
Todo ello le llevó a Afganistán. Y a Irak. Necesaria o no, la tarea internacional en Irak ha mejorado notablemente al país, que ahora tiene más escuelas y menos dictadores con aspiraciones a genocidas. Pero no se puede hablar de éxito, acaso porque, lo dice el propio Bush, Irak se ha convertido en "el teatro de operaciones del terrorismo", y eso es mucho teatro como para cerrar la función. No es este el momento de hacer mutis por el foro, ahora que están recién estrenadas las instituciones democráticas, que la labor de capacitación de las fuerzas de seguridad, aunque avanzada, no ha llegado a término, y que los terroristas no están dispuestos a aceptar la victoria de la democracia en Irak. Una lucha para cuyo Gobierno aún no tiene medios.
Los resultados son más una derrota del Partido Republicano que una victoria de sus adversarios. Al partido liderado por George W. Bush le ha perjudicado su actuación desde el Despacho Oval, y de hecho los Republicanos querían llevar el debate a cuestiones locales, mientras que los Demócratas han arrastrado a Irak al debate. Bush defiende su posición, claro está, pero ha basado la campaña en otros asuntos, como el uso de células madre, apelando a los sentimientos morales de muchos estadounidenses. Un terreno en el que los Demócratas no se mueven con soltura. Pero los Republicanos se han encontrado en este terreno con escándalos como el del reverendo Ted Haggard, aliado del partido, que ha sido acusado de mantener relaciones homosexuales, contra las que ha predicado toda su vida.
Bush no ha tenido éxito. Fijémonos, por ejemplo, en Virginia. En estos momentos, cuando queda menos de uno de cada cien votos por contar, gana el candidato demócrata al republicano por un tres por mil de diferencia, pero la propuesta de una nueva enmienda constitucional que prohíba el matrimonio homosexual ha ganado con claridad. De modo que las cuestiones morales no han movilizado el voto a los candidatos como hubiera querido el presidente Bush.
Una de las excentricidades de Bush como conservador es su política de gasto, que en la historia de los Estados Unidos es el más manirroto sólo por detrás del Demócrata Johnson. Dentro de los conservadores estadounidenses, lo que aquí llamaríamos liberales, hay una corriente que es muy crítica con los desaforados niveles de gasto público o que están preocupados con los efectos que tendrá la lucha contra el terrorismo sobre sus libertades. Ninguno de los dos partidos ha apelado a este voto, pero la situación podría cambiar ahora para los Republicanos, que echan en falta esos votos y necesitan a un candidato que a la vez sea "fuerte" en la lucha contra el terrorismo pero hable convincentemente de reducir el papel del Estado.
Como dice José Miguel Guardia, la derrota republicana no ha venido de un vuelco a la izquierda del electorado. Él hace el análisis puramente electoral y de candidatos, pero se puede añadir que los Demócratas han aparcado cuestiones del eje izquierda-derecha, que en otras ocasiones les han dado buen resultado, como el modelo del sistema de pensiones.
Los Demócratas no pueden felicitarse demasiado. Son sus rivales los que han perdido, ellos han hecho poco por ganar. Y lo que es peor, sus problemas (La pérdida de conexión con gran parte del americano medio y el haberse quedado huérfanos de un discurso que case con el momento histórico), siguen sin respuesta.
A partir de ahora comienzan dos años que estarán volcados a las siguientes elecciones presidenciales, que tendrá por parte de los dos partidos mayoritarios dos candidatos nuevos (no creo que repita Kerry). El asunto principal en 2008 y desde hoy hasta entonces será Irak y la lucha contra el terrorismo. Pero habrá más cuestiones, como por ejemplo la previsible elección de un nuevo juez del Tribunal Supremo, que sería esencial para consolidar una mayoría conservadora en esta crucial institución; una mayoría que ahora no está consolidada. También nos divertiremos con investigaciones de la Administración Bush que hasta el momento estaban entorpecidas por la mayoría Republicana. Nos esperan dos años apasionantes.
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