Apocalíptico Eco
El italiano está molesto debido a que con la red los intermediarios de la cultura pierden fuerza. Ya no son ellos, esa supuesta aristocracia del conocimiento a la que él pertenece, quienes deciden lo que es importante y lo que no lo es.
Una de las obras más conocidas e influyentes del semiólogo Umberto Eco es Apocalípticos e integrados. Entre las numerosas cuestiones sobre las que reflexiona en este libro, aparecido en 1965, figura la actitud que asumen las personas ante los medios de comunicación de masas como factores de transmisión y generación cultural. Unos, los "integrados", mantienen una actitud muy favorable en este terreno y creen que los mass media juegan un papel muy importante y positivo en este terreno. Los otros, los "apocalípticos", tienen una visión totalmente negativa. Estos últimos, defensores de una concepción elitista, consideran que la radio o la televisión tienen un efecto totalmente perverso sobre la cultura.
Al escribir dicha obra hace cuatro décadas, Eco criticaba ambas posturas y abogaba por una intermedia en la que se reconociera que no todo lo que se hace en los medios de comunicación de masas puede ser considerado de valor cultural, pero que dichos medios sí pueden hacer una gran labor a la hora de extender la cultura. Lo irónico es que, cuarenta años después, el semiólogo ha adoptado respecto a los nuevos medios el discurso más radical de una de las corrientes que por aquel entonces criticaba. Tal vez dolido ante una realidad que quizás no llega a comprender, el autor de El nombre de la rosa lanza las más duras acusaciones contra Internet, aliñadas además por lo más zafio del antiamericanismo europeo.
La preocupación que muestra Eco por "la pérdida de conocimientos históricos" entre la juventud española es legítima y está justificada. Pero ahí se acaba lo razonable de su actual discurso. Afirmar que es "una enfermedad típica en Estados Unidos" es una estupidez profunda. ¿Acaso todos los europeos mayores de 30 años conocen la historia de sus países? Desconociendo cómo es la situación en Francia, Italia y otros países de Europa, sí que podemos afirmar que en España la ignorancia sobre los capítulos más importantes del pasado del país es generalizada. Pero al margen de esta prepotencia típica de gran parte de las "vacas sagradas" de la intelectualidad europea, el semiólogo cae en el típico pecado de quien se ve desplazado por una modernidad a la que no sabe adaptarse y se convierte en un "apocalíptico".
Su dedo acusador señala al mismo punto donde ya lo hacía dos años atrás. ¡Internet es culpable! Si en 2004 decía de la Red que es uno de los grandes peligros del futuro, en 2006 le culpa de que cada vez se sepa menos historia. Sin embargo, tanto entonces como ahora no puede dejar de traslucir lo que realmente de duele. A Eco le molesta la cantidad de información y conocimiento disponible en el ciberespacio. Es el enfado propio de quien se da cuenta que él y los de su clase pierden fuerza e influencia ante unos nuevos tiempos que generan nuevas élites o en los que algunas de las existentes pierden su razón de ser.
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