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Corea es la bomba

Respecto a la Corea atroz y atómicamente mafiosa no quedan ilusiones por hacerse. El camino que se emprenda respecto a ella deberá ser el menos malo, pero con lo pésimo como referente.

No matan las armas sino quienes las empuñan. Los hay que son letales incluso sin nada que llevarse a las manos. Por eso hay cárceles y manicomios hasta en los mejores países. Como régimen el de Corea del Norte pertenece a ambas instituciones por derecho prioritario. El problema es que la humanidad aún no ha llegado al punto de levantar las correspondientes instalaciones para regímenes demencialmente canallas. Y algunos de los que desde hace más de medio siglo ostentan el privilegio de ejercer, llegado el caso, de loqueros y carceleros en interés de todos, no están por la labor por conveniencias propias, como ahora sucede con Rusia y China. Eso agrava enormemente las cosas y dificulta cualquier intento de arreglarlas, pero el problema en sí es ponerle el cascabel al gato, porque este animal es a la vez explosivo e implosivo y cualquier acción puede hacerlo detonar.

"Convénzase joven –le dijo Kissinger a un bisoño colaborador en el Consejo Nacional de Seguridad americano– hay problemas que no tienen solución". No se estaba refiriendo al llamado "país eremita" pero éste hubiera sido un ejemplo egregio. Esa es la cuestión. No hay garantías de que nada de lo que se haga no pueda tener efectos secundarios deplorables, no sabemos si mejores o peores que el mal que se quisiera atajar. No estamos seguros de si provocaremos la explosión o la implosión. Pero cualquiera puede originar la otra.

Hay ocasiones en que hay que elegir entre lo muy malo y lo pésimo. Para los que miran desde la barrera es difícil ver, y muy fácil fingir que no se ve, que lo primero pueda ser lo mejor. Es una paradoja, no una contradicción. Ciertos países forman el eje del mal precisamente porque esa es la disyuntiva que ofrecen. Irak no sólo parecía el más fácil sino que probablemente lo era, y ahí lo tenemos. Respecto a la Corea atroz y atómicamente mafiosa no quedan ilusiones por hacerse. El camino que se emprenda respecto a ella deberá ser el menos malo, pero con lo pésimo como referente. Y con ese género hasta al más consumado de los vendedores se le cae el alma a los pies. Los profesionales del antiamericanismo y su séquito de amateurs pueden hacer su agosto denunciando con razón los peligros de cualquier medida y silenciando arteramente los riesgos de dejar que las cosas sigan su curso o que la diplomacia apaciguadora las exacerbe aún más.

De momento lo que el Consejo de Seguridad nos ofrece es un acuerdo de duras palabras y, para la magnitud de las circunstancias, mínimas medidas. Enhorabuena a Pekín, satisfecha con una resolución, según sus propias palabras, "descafeinada". Y más que lo va a estar, porque estos multeralistas de maduras pero no de duras ya han anunciado que no participarán en las inspecciones de los barcos que salgan o lleguen al paria nuclear. Pero en todo caso no olvidemos que el problema de Corea y su bomba no es que la tenga sino que lo sea.

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