Navarra y el doble juego de Zapatero
Cuando en 1977 escribí el artículo transcrito el doble juego lo practicaba el PNV. Treinta años después lo protagoniza el propio presidente del Gobierno español.
Escribí este artículo en diciembre de 1977, cuando el llamado "contencioso Navarra-Euzkadi" estaba en su punto más álgido, con motivo de la pretensión de incluir a Navarra en el Consejo General Vasco sin contar con la voluntad del pueblo navarro. Conseguimos ganar la partida al nacionalismo y Navarra siguió su camino sin romper con su trayectoria histórica, su identidad foral y su vocación española. No llegué a publicarlo, no sé muy bien por qué. Hace unos días revisando los papeles de mi archivo sobre las negociaciones que culminaron en la disposición transitoria cuarta de la Constitución apareció el borrador escrito a mano. Me parece oportuno publicarlo ahora porque, por desgracia, mucho de cuanto en él se decía mantiene rabiosa actualidad.
Los que por el mero hecho de discrepar de la idea de Euzkadi y de la pretensión del nacionalismo vasco de integrar a Navarra en dicho proyecto político estamos sometidos a presiones extraordinarias de tipo moral e incluso físico, no tenemos más remedio que denunciar la auténtica dimensión del problema nacionalista.
Se nos presenta en los medios informativos del PNV y demás movimientos "abertzales" como enemigos del pueblo vasco. Nuestra intransigencia, motivada por inconfesables intereses de clase, pone en grave peligro la paz de Euzkadi. Somos caciques, estamos vendidos al capitalismo o al "Opus", queremos continuar disfrutando de las prebendas del franquismo (pese a que ninguno de los parlamentarios de UCD ha ocupado un solo cargo político durante el pasado régimen). Por eso el pueblo nos ha juzgado ya, por ser enemigos de su causa. Merecemos el paredón. Y para nosotros –aunque tan sólo hayamos cometido el "delito" de discrepar democráticamente– no hay amnistía.
Se nos hizo objeto de serias advertencias en un acto público del PNV, en el que desfilaron uniformados batallones hasta el momento desarmados de dicho partido. Somos la versión actualizada del Conde de Lerín, el jefe de la facción beamontesa al que acusan de haber vendido a Fernando el Católico la independencia del Reino.
Pero es el caso que no somos nosotros los que fomentamos la división de Navarra. Éramos y somos todavía un Reino milenario, disfrutamos de un nivel de autonomía, con defectos ciertamente, pero que para sí quisieran algunos Estados federales o regionales autónomos de Europa, y constituimos una unidad moral o política, basada en la historia y en nuestra tenacidad a la hora de defender nuestra libertad colectiva. Pero a fines del siglo pasado llegó el germen disgregador del nacionalismo separatista vasco.
Un vizcaíno, Sabino Arana, se empeñó en demostrar que el pueblo vasco era una nacionalidad y, como tal, tenía derecho a constituirse en Estado soberano. Empezó pidiendo la independencia del Señorío de Vizcaya y acabó proclamando la independencia de Euzkadi, proyecto político integrador de los territorios vascos al Sur de Francia y al Norte de España. Y se empeñó en afirmar que como Navarra había sido en tiempos remotos cuna de los vascones, aunque fuera después crisol de etnias y culturas, también debía ser Euzkadi.
Desde entonces la discordia civil se introdujo en Navarra y en las Provincias Vascongadas. Porque no se trata de una concepción sobre la dimensión de la autonomía más o menos basada en circunstancias racionalistas. Se defiende una idea política incompatible con la pertenencia real y consentida a la comunidad española.
España es, en la concepción nacionalista de Sabino Arana, una potencia extranjera que ocupa el solar patrio. España oprime política, cultural, social y económicamente al pueblo vasco. Desconoce sus derechos forales que, según el nacionalismo vasco, son derechos de independencia, cuando fueron precisamente testimonios de integración hispana. Sabino Arana y sus seguidores no han escatimado manifestaciones de odio y desprecio hacia cuanto significa España. Hace unos días, Manuel de Irujo me remitía un número viejo de la revista clandestina del PNV en la que se afirmaba que la celebración del día de la Hispanidad en Guernica era una provocación al pueblo vasco. "Como si Hitler", decía textualmente, "hubiera celebrado en Jerusalén el día de la raza aria".
Hoy el PNV se presenta con un doble juego. En Madrid habla de paz, concordia, reconciliación. Ante el Parlamento defiende la autonomía e, incluso, tímidamente habla de solidaridad con los demás pueblos del Estado. Pero en Euzkadi el planteamiento es distinto. La autonomía es sólo un paso para la unificación futura de Euzkadi Norte y Sur en un solo Estado. En lugar de hablar de paz se declara la "guerra política" a los navarros que queremos seguir siéndolo. Se cantan las viejas canciones que hablan de guerra en defensa de la patria vasca y de su "ikurriña". Se conmemoran los hechos de guerra del Ejército vasco. Y en un periódico controlado mayoritariamente por el PNV y que defiende día tras día sus ideas se ha llegado a escribir que la guerra civil española no fue en Euzkadi tal guerra de hermanos, sino el fruto de la agresión de un Estado por otro, puesto que en octubre de 1936 Euzkadi reunía todos los caracteres de un Estado independiente. Y que la solución al problema de ETA sería la creación de milicias vascas integradas por los "gudaris" de dicha organización terrorista.
Esta es la auténtica realidad. Cuando nosotros [los navarros] combatimos la idea de Euzkadi defendemos simultáneamente la unidad española. Por eso, de vez en cuando hay anónimos comunicantes que nos gritan por teléfono "H.P. español". Por eso, y nada más que por eso, grupos radicales y extremos del nacionalismo vasco –que no se conforman con esperar paciente y democráticamente como al parecer preconiza el PNV, sino que desean la tierra prometida aquí y ahora–, pronuncian y ejecutan sentencias de muerte.
La UCD ganó las elecciones en Navarra. Tiene seis de los nueve escaños de la región. Y posee la misma legitimidad para hablar en nombre del pueblo que la del resto de los parlamentarios españoles, que invocan constantemente al pueblo al que representan.
El PNV, en cambio, que es minoritario en Euzkadi, incluyendo a Navarra, pretende erigirse en único portavoz de los deseos y aspiraciones del pueblo vasco. Y en Navarra, donde obtuvo el cinco por ciento de los votos, actúa como si hubiera ganado las elecciones.
Pero nosotros no nos dejaremos amedrentar por ninguna clase de coacción. Porque hemos erigido al pueblo navarro en supremo juez de nuestros actos. Y si un día ese pueblo, en un referéndum libre y democrático, que nosotros deseamos pero que ha sido calificado de "frustrante" por el más cualificado representante del PNV, se pronuncia a favor de Euzkadi aceptaremos su decisión, aunque reafirmaremos nuestro derecho a discrepar. Lo mismo que aceptamos el derecho a defender la integración en Euzkadi de los navarros que entienden que ésta es la mejor solución política para Navarra.
Pero, hasta que no llegue ese momento, seguiremos rechazando que por la vía del hecho consumado, ganando pequeñas batallas al margen del pueblo, se prejuzgue la integración en Euzkadi, que supone para Navarra cambiar su "status" más que milenario por otro diferente. Cambio de "status" que ningún demócrata puede discutir si el pueblo soberano así lo decide. Siempre, claro es, que lo que se discuta sea un proyecto de autonomía distinto al actual, pero dentro de la unidad española.
Porque si lo que se pone en tela de juicio es el ser o no ser miembro de la nación española el tema es diferente. Euzkadi no es el Sahara. Y no cabe la invocación a los derechos humanos para declarar su independencia.
Hoy como ayer el PSOE aparece dando la mano al nacionalismo vasco. Si el pueblo navarro con su voto no lo remedia, Rodríguez Zapatero ordenará al Partido Socialista de Navarra en mayo de 2008 que "eche" a UPN del Gobierno con el concurso de todos los nacionalistas, incluidos los votos de la "izquierda abertzale" o proetarra. Cuando lo haga dirá: "Yo no hago más que respetar la libre voluntad de los navarros". Pero resulta que desde 1981 el PSOE navarro no es partidario de la integración en Euzkadi, ni alienta la existencia de Euskal Herria. Los actuales dirigentes socialistas navarros no quieren ver a Navarra en ningún órgano confederal que permita hablar de "una nación, dos Gobiernos". La disposición transitoria cuarta impide a Rodríguez Zapatero "vender" a Navarra, pero "si los navarros quieren" procederá a entregar el Gobierno de Navarra a los nacionalistas, es decir, a quienes pretenden acabar con la identidad de nuestro viejo Reino y además destruir la unidad de España. Cuando en 1977 escribí el artículo transcrito el doble juego lo practicaba el PNV. Treinta años después lo protagoniza el propio presidente del Gobierno español. En 1977 sentíamos el aliento del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez. Hoy tenemos la impresión de que quienes por ser navarros amamos a España somos un obstáculo para el entreguismo presidencial disfrazado de "proceso de paz".Lo más popular
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