La oscura historia de la candidata Montse
Quizás de ahí que Josep Piqué y su inseparable escudero, el camarada Vendrell, hayan cooptado con tamaño alborozo a esta fiel empleada y colaboradora de Ignasi Guardans en el Instituto Cambó.
Ayer supe del fichaje de una doña Montserrat Nebrera como pareja artística de Piqué en la candidatura al Parlament. Y, como es natural, mi primera reacción fue ponerme inmediatamente al habla con la Policía. "Está limpia", me tranquilizó un sabueso de los Mossos, tras algunas pesquisas informáticas. "Por lo que sabemos nosotros de esa señora, incluso puede entrar en Estados Unidos sin el menor riesgo de acabar en la cárcel, y ni siquiera recae sobre ella ninguna orden internacional de búsqueda y captura. No debe ser nadie importante", concluyó el oficial.
Ya algo más sosegado, di luego en recabar por mi cuenta y riesgo otras nuevas sobre la nueva. Así que dejé sobre la mesilla el librito de aquel notorio criminal y aseado poeta que fuera Rafael Alberti, y me eché al monte de Google en busca del rastro de doña Montserrat. Dispúseme a hurgar, pues, con el recuerdo aún fresco en la mente de los célebres versos que el de Cádiz dedicara al crepúsculo de la raza; aquéllos que inmortalizaron las correrías del penúltimo duque de Alba durante la penúltima guerra civil: Si tu abuelo el gran duque tomó Flandes/ Tú jamás tomaste nada/ Sólo las de Villadiego/ Por Portugal o por Francia, etc.
Y algo de premonitorio debió haber en ese azar. Pues, a sólo un "clic" de la memoria rimada del ocaso de las más altas estirpes patrias, se me aparecería Montse en el velatorio de la sombra de Cambó. Muy cerca de los espejos cóncavos del Callejón del Gato, por tanto. Porque hay decadencias y decadencias. Pero pocas más dadas a la deformación grotesca del original, al esperpento al modo canónico, que la de la prole del loado pope de la Lliga. Mas entre esos espectros, que ni a tristes siluetas chinescas de lo que fueran alcanzan ya, resulta que habita la gran esperanza blanca del Partido Popular de Cataluña.
Aunque es sabido que eso, la esperanza, es lo último que se pierde. La esperanza, por ejemplo, de que algún día le cierren, por fin, la boca a la COPE. Quizás de ahí que Josep Piqué y su inseparable escudero, el camarada Vendrell, hayan cooptado con tamaño alborozo a esta fiel empleada y colaboradora de Ignasi Guardans en el Instituto Cambó. Motivos para la euforia no le han de faltar a ese par de dos con su nueva compañera de viaje. Porque la flamante señora directora de tal geriátrico del pensamiento no sólo llega del brazo del máximo perseguidor de la COPE en el Parlamente Europeo.
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