Los efectos de la inutilidad
Han sido tantos meses de irresponsabilidad, de inoperancia, de engaños y de manipulaciones que ahora, cuando dan un golpe en la mesa, lo único que provocan son carcajadas.
Este lunes el Gobierno nos ha sorprendido con un golpe en la mesa. Sí, han leído bien: un golpe en la mesa. Aunque bien es cierto que poco más. La vicepresidenta De la Vega se ha despachado a primera hora de la mañana con unas declaraciones explosivas, en las que advertía que el Gobierno no va a transigir más con la inmigración ilegal. Todos los inmigrantes serán devueltos a sus países de origen, ha afirmado De la Vega en un giro verbal que deja entrever a un ejecutivo que se ve superado por los acontecimientos.
El Gobierno Zapatero está recogiendo los frutos demoledores del llamado "efecto Caldera". Ellos, que iban a solucionar todo a la primera, que iban a eliminar el problema de la inmigración abriendo las puertas de par en par, que iban a enseñar a toda Europa como se arreglaba esta situación de las oleadas de inmigrantes... pues se han encontrado de bruces con la dura realidad. Ni hay fórmulas mágicas ni Zapatero es ejemplo para nada o para nadie. Y es que las cosas son muy diferentes a como nos lo habían pintado.
Durante meses han estado vistiendo al muñeco como han podido. Primero era todo muy fácil, luego la cooperación internacional iba a solucionar el problema, más tarde la diplomacia era la mejor fórmula posible; también hablaron de la ayuda europea y no falto el argumento de que los países de origen estaban dispuestos a colaborar. En fin, un auténtico rosario de fábulas más propias de los cuentacuentos que de un gobierno responsable y serio en la gestión.
Han sido muchos meses mareando la perdiz sin obtener nada concreto, sin afrontar la responsabilidad de haber convertido las fronteras españolas en el coladero de Europa. El ministro encargado de la inmigración, Jesús Caldera, ha pasado el verano desaparecido. Y cuando ha irrumpido en escena lo ha hecho con mala cara, reprochando al Partido Popular que moralmente no tiene derecho a hablar de inmigración, como si el gobierno tuviera la potestad de conceder graciosamente permiso a la oposición para que ésta pueda hablar sobre los distintos temas de actualidad. Las malas pulgas de Caldera son la confirmación concluyente de que el gobierno ha sido rebasado por las circunstancias y superado por sus propios errores.
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