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Zapatero el escurridizo

Rajoy todavía está a tiempo de hacer condicional ese sí a que sea el presidente quien comparezca ante el Congreso y se someta a las preguntas de los diversos grupos, coaligados y oposición. Es lo mínimo que pide la decencia política.

Al actual presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, no le gusta dar la cara, sobre todo cuando no tiene respuestas ni apropiadas ni creíbles para las preguntas que están en el ambiente. No vamos a hacer hincapié precisamente en este medio digital en la investigación del 11-M. Sólo recordar que Zapatero se negó a explicar él mismo el supuesto accidente del Cougar español en Afganistán, del que ahora se llora su primer aniversario; que se ha escondido entre los humos de una Galicia en llamas para que se quemen otros; y ahora, una vez más, pretende que el quemado sea su nuevo ministro de Defensa, José Antonio Alonso.

En una actitud antidemocrática nunca vista antes en el panorama político español desde los oscuros tiempos de Franco, el máximo dirigente de la nación se niega a ir al Parlamento para explicar su decisión de enviar tropas no sólo al extranjero, sino a una zona sembrada de peligro sin saber todavía muy bien a qué. Cuando desde Defensa se dice que irán para hacer cumplir la resolución 1701 de la ONU, no se dice que dicha resolución no establece mandato alguno para el contingente que irá a reforzar la misión de la ONU en la zona.

Conviene recordar que ese presidente español al que se tacha de antidemocrático, autárquico, dictatorial, arrogante e, incluso según Pepinito Blanco, de antiespañol, esto es, José María Aznar, siempre compareció en primera persona para explicar situaciones de riesgo para los militares españoles. Lo hizo cuando Kosovo y lo volvió a hacer, con profusión, para explicar la crisis de Irak y el grado de participación española tras el conflicto.

Pero Rodríguez Zapatero, el escurridizo, porque siempre ha defendido la no involucración de España en guerras, porque ve en las Fuerzas Armadas españolas unas ONG de camuflaje y poco más, ahora que quiere contentar a su amiguete, el corrupto secretario general de Naciones Unidas, Koffi Annan, por prestarle su nombre para la olvidadiza alianza de civilizaciones, así como al régimen sirio de el Assad, dice que no quiere explicarle a sus señorías y que se discuta en la ridícula comisión de defensa con Alonso como compareciente. Nunca antes había sucedido cosa similar.

Mariano Rajoy, en un acto de generosidad que raya con la irresponsabilidad, le ha dado ya su apoyo al despliegue a Rodríguez Zapatero. Pero todavía está a tiempo de hacer condicional ese sí a que sea el presidente quien comparezca ante el Congreso y se someta a las preguntas de los diversos grupos, coaligados y oposición. Es lo mínimo que pide la decencia política, la responsabilidad de un gobernante y la dignidad del pueblo español. Por no hablar de lo que se pueden esperar los hombres y mujeres que se las van a ver con los de Hezbolá en el sur del Líbano. Y si no se las van a ver, mejor; entonces que no vayan.

Al PP le queda una oportunidad para hacer que esta decisión súbita cuente con algo de decencia. Se lo tiene que exigir al presidente del Gobierno. Si no, será cómplice de un peligroso despropósito.

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