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Agapito Maestre

España es católica o no es

La familia es un bien común. La familia, el matrimonio formado por un hombre y una mujer, es irrenunciable.

Hace tiempo que soy peregrino en mi patria. En el camino, muchas veces, me he sentido solo y extraño, pero el fin de semana pasado tuve la sensación de formar parte de una comunidad de seres libres. Estuve acompañado por millones de peregrinos. Sí, peregriné a Valencia. Sí, millones de ciudadanos, de demócratas españoles, supimos de verdad cuál es el verdadero significado de la expresión "peregrino en nuestra propia patria". Sí, millones de españoles, católicos unos y a la búsqueda de la renovación de su catolicismo otros, viajaron, peregrinaron, hasta Valencia a la búsqueda de la verdad, de su identidad, a la búsqueda de España. En cierto sentido, permítanme la metáfora, quien no peregrine hasta los discursos del Papa Benedicto XVI no sabrá qué está pasando en España. Benedicto ha vuelto al terreno de la religión histórica. Ha mostrado que el poderío de la civilización occidental no se entiende sin la concepción cristiana de la familia.

En efecto, el demócrata español, independientemente de sus creencias, tendrá que optar ineludiblemente por esta alternativa: o defiende la España católica o caemos en las garras del totalitarismo del Gobierno socialista, o defiende el modo cristiano de actuar en el mundo o traga con las imposiciones permanentes de un autócrata sin límites. Por desgracia, en estos momentos sólo hay un modelo de ciudadanía para España: el cristiano; sobre todo, si nos percatamos de que, hoy por hoy, el "relativismo" liberal español, lejos de su rancio e inculto anticlericalismo, es compatible con un modo civilizatorio occidental y cristiano.

Los ámbitos están, por fortuna, bien definidos. Los pasos principales del camino iniciado por el socialismo son de sobra conocidos: negación del bien común e imposición revolucionaria, "agresiva" en muchos casos, de los dictados, por decirlo suavemente, de "minorías minoritarias". La legislación sobre la familia o la educación son sólo dos ejemplos de sus imposiciones. Desconsideración del 80% de los españoles. Los pasos del catolicismo también han sido visualizados en los dos últimos años: los ciudadanos cristianos han protestado por las políticas impositivas del socialismo, pero con respeto y reconocimiento del otro, a veces, hasta el sacrificio.

El católico, ciertamente, ha gritado, ha salido a la calle, ha protestado contra la legislación familiar y las leyes educativas socialistas; pero ha admitido no sólo que otros tuvieran diferentes posiciones a la suya, sino que incluso representasen ciertas verdades. El respeto a la personas ha sido, peligrosamente, confundido con el respeto a sus "verdades". Sin embargo, la tolerancia con el relativismo, con la falsedad, ha tocado su fin. El viaje de Benedicto XVI a España ha supuesto un cambio en la doctrina. El Papa ha propuesto con claridad, primero, que la verdad no es compatible con el relativismo. La verdad existe y se prueba en la historia. Vuelta al cristianismo. Éste no es una teología sino una religión, grandiosa, porque despliega y, sobre todo, se prueba en el mundo terrenal, en la historia. He ahí el fundamental matiz, el pensamiento decisivo para el desarrollo de la democracia, introducido por la doctrina de este inteligente Papa en los discursos y la homilía de Valencia. Benedicto XVI ha dado un paso adelante para el bien de la humanidad en general, y de la democracia española en particular: la familia es una institución insustituible históricamente. La familia es un bien común. La familia, el matrimonio formado por un hombre y una mujer, es irrenunciable. Sagrada Familia. Sí, sagrada, porque aquí no es posible transigir. Sin la familia no hay posibilidad de mantenimiento, y menos de progreso, de la civilización. Vale.

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