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El anuncio

Las cientos de victimas que ETA ha causado a lo largo de sus largas décadas de actividad asesina, asistirán aún más mudas y aún más atónitas que los señores diputados a la apertura formal del proceso. Su sacrificio será oficialmente declarado inútil.

Rodríguez Zapatero se comprometió a comunicar al Congreso, con carácter previo, la apertura formal de negociaciones con ETA. Para ello, según las propias condiciones fijadas por el Parlamento, los terroristas deberían haber dado muestras inequívocas de su voluntad de abandonar su actividad criminal. El plazo que se había fijado el propio presidente, finales del presente mes, se acaba, y parece que este jueves es su última oportunidad para cumplir su palabra. El hecho de que los terroristas no cumplan las condiciones impuestas no tiene para el Gobierno la menor importancia.

En realidad el anuncio de la apertura formal de las negociaciones es bastante irrelevante. Se trata de una mera comunicación sin posibilidad de debate y menos aún de una votación que permita calibrar el apoyo parlamentario con el que el Gobierno emprende esta arriesgada aventura. Por otro lado, la voluntad de negociar con el terror la ha expresado en numerosas ocasiones destacados miembros del gobierno e incluso el propio presidente. Nada de lo que ha ocurrido en los últimos días, ni el plante del PP al proceso, ni los comunicados desafiantes de ETA, ni la continuidad de la extorsión y el terrorismo callejero parece que vaya a modificar esta voluntad de Zapatero de ceder cuanto antes al chantaje de los terroristas.

El anuncio es además irrelevante porque el Gobierno lleva en realidad muchos meses negociando con ETA. El propio Gobierno ha reconocido de forma implícita que el alto el fuego indefinido declarado por la banda es el resultado de una negociación previa con los terroristas. Si fuera honesto, Zapatero debería limitarse a anunciar que la negociación continúa, no que van a iniciarse los contactos. La diferencia es que, con su declaración a la Cámara, Zapatero se quitará definitivamente la careta para reconocer abiertamente que está en tratos con el terror.

En todo caso, el jueves será un día triste para nuestra aún joven democracia. El Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, será testigo mudo del inicio de un proceso de claudicación que conducirá inevitablemente a la rendición del Estado frente a los terroristas. Las cientos de victimas que ETA ha causado a lo largo de sus largas décadas de actividad asesina, asistirán aún más mudas y aún más atónitas que los señores diputados a la apertura formal del proceso. Su sacrificio será oficialmente declarado inútil. Sus asesinos podrán al fin elevar el canto de la victoria sobre sus tumbas.

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