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Agapito Maestre

Paradoja, mentira y salvajismo

El Gobierno hace tiempo que negoció con los terroristas lo que llama "el proceso de paz", y que no es más que un cambalache que le permita llegar a las próximas elecciones con cierta ventaja sobre el PP para alzarse con la mayoría absoluta.

Doce etarras detenidos no es un dato relevante, según el Gobierno, para cambiar la hoja de ruta pactada entre ETA y el Ejecutivo. Aunque resulta extraño, nadie debería interpretar este hecho como una paradoja o, peor todavía, una mentira más de Zapatero, sino como una muestra más de la salvaje política del Gobierno Zapatero. Salvaje, sí, porque no le importa en absoluto las objeciones, o incluso los múltiples frentes abiertos en la vida nacional, que deslegitiman permanentemente su política. Salvaje, sí, porque no reparan en que su tarea de gobierno en el mejor de los casos se dirige contra la mitad de la población. Salvaje, sí, porque nada le importa que no sea la apelación a su burda y descarnada "realidad".

Lo determinante para este Gobierno es sacar adelante sus "asuntos" partidarios, sus "realidades", sin prestar atención a quienes las deslegitiman, a veces, más de la mitad de la población como demuestran los ridículos porcentajes de participación en el referéndum catalán. Ridículos, sobre todo, si se tienen en cuenta que la gente no votaba por otra cosa que no fuera la secesión de España. Para el Gobierno, sin embargo, este tipo de consideraciones más o menos racionales no tienen ninguna importancia, ni siquiera aunque sean pensadas desde fuera de nuestras fronteras. Por ejemplo, la prensa extranjera del martes ha valorado como un escándalo monumental los resultados del referéndum catalán y ha puesto el grito en el cielo con este simple interrogante: ¿cómo alguien con un poco de inteligencia puede admitir la secesión de una región de España con un porcentaje del 35 % de voto favorable?

De modo parecido contemplan la prensa y las instituciones europeas el famoso "proceso de paz" abierto por el Gobierno con los terroristas, especialmente cuando de ese proceso fue excluido el PP. Pero tampoco parece importarle al Gobierno esta objeción. Se conforma con sacar adelante su miserable "realidad". Se conforma con lo peor, o sea, siempre tiene preparado el champán para brindar. Las declaraciones de Rubalcaba después de la detención de los doce etarras son de aurora boreal. Habla como si la cosa no fuera con él, pero esas detenciones confirma lo que los franceses, especialmente su ministro del Interior, están cansados de repetir: ETA seguía estando operativa en Francia. Y, si ETA está operativa en Francia, ¿quién puede dudar de que también lo está en España? Nadie; excepto el Gobierno español, que con su terrible salvajismo se ha encargado de silenciar, desmentir o manipular las opiniones de los franceses y de cualquier ciudadano de bien. Las detenciones de los etarras, sin embargo, no harán cambiar de actitud al Gobierno español. Su "política" es demasiado salvaje para flexibilizar –"tener cintura" decía Zapatero– los tiempos, las tácticas y las estrategias socialistas, que siempre convergen en expulsar de la vida política al PP.

En cualquier caso, la pregunta: ¿por qué está empecinado el PSOE en no admitir que ETA está operativa y extorsionando en Francia y España?, tiene una respuesta sencilla: porque el Gobierno hace tiempo que negoció con los terroristas lo que llama "el proceso de paz", y que no es más que un cambalache que le permita llegar a las próximas elecciones con cierta ventaja sobre el PP para alzarse con la mayoría absoluta. En este contexto, a nadie puede extrañarle las declaraciones del ministro de Justicia: "
Las detenciones de miembros de ETA no alteran el proceso de paz". Tiene razón. El Gobierno está obligado a seguir la hoja de ruta que le han marcado los terroristas. Por lo tanto, ya nada ni nadie podrán interponerse en ese proceso. El Gobierno es rehén de ETA. Hay que finalizar cuanto antes la primera cláusula del pacto, que es de sobra conocida, a saber, legalización más o menos inmediata de Batasuna "a cambio" de que ETA acepte, aunque en realidad es otra cesión de Zapatero, una excarcelación ordenada y progresiva de los presos de la banda criminal.

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