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Juan Carlos Girauta

La paz de Rodríguez

La mayor parte de la opinión pública no está con él. Sus asesores preparan la defensa para cuando estalle la pompa de jabón: la paz no pudo ser por culpa del PP, dirán.

Ni Miguel Ángel Blanco, ni ninguna de las numerosas víctimas de la ETA, habrían conocido su destino aciago si el Estado hubiera hecho antes lo que ahora se dispone a hacer. Esa conclusión, necesaria y parcial, va implícita en el mal llamado plan de paz: al menos que no haya más muertos. Pero tal lógica presenta algunos problemas, dos de ellos mayúsculos.

Primero: lo que el Estado se negó a hacer hace treinta, veinte, diez, cinco años, es aceptar el chantaje terrorista, doblegarse a imposiciones de sangre y fuego, reconocer soberanía a un trozo de España por la fuerza y entregar Navarra. Y se ha negado hasta ahora por una razón primordial: no tiene más remedio. Para que un Estado de Derecho dé esos pasos, primero tiene que dejar de serlo. No hay Estado de Derecho sin imperio de la ley. Ni siquiera a través de una desesperada reforma constitucional podría el poder político ceder ante ETA, pues la unidad de España es previa a la Constitución.

Segundo: Si violentando toda ley y toda legitimidad, si traicionando el juramento de su cargo, un gobernante accede a los deseos de los terroristas, en sus manos ensangrentadas deposita el futuro de millones de españoles, su vida, libertad y hacienda. Vascos y navarros pierden sus derechos fundamentales, quedan desprotegidos, sometidos a la voluntad de una organización que jamás instaurará una democracia. Y nada podrá lograr una población inerme que no haya logrado una mucho mayor y provista de los poderes represivos legítimos de un Estado grande y moderno.

Rodríguez ha autorizado la negociación política con la ETA antes del abandono de las armas y de su disolución. ¡Antes incluso de negociar soluciones para los presos! Cree el felón que va a manejar a la ETA como a la Esquerra, olvidando que hay más de mil trescientos etarras esperando en América y dos centenares instalados en Francia (aparte de los que pueda haber en el interior) que están aprovechando la obscena permisividad de los tres poderes (que ya son sólo uno) para reorganizarse, rearmarse, reunir información, planificar, ponerse a punto y esperar órdenes. Siguen a pies juntillas patrones ideados para Irlanda del Norte.

Rodríguez, asustado por los mensajes de Gara, con su futuro político en manos de la ETA, acaba de adoptar la hoja de ruta de los terroristas. Que no se moleste en negarlo: el optimismo de Carmelo Landa es inequívoco. Sin embargo, la mayor parte de la opinión pública no está con él. Sus asesores preparan la defensa para cuando estalle la pompa de jabón: la paz no pudo ser por culpa del PP, dirán. El portavoz socialista en el Parlamento vasco envía cariñosos mensajes a los populares: "asco", "carroñeros", "Guerra Civil", "lo más negro y casposo" son las expresiones clave de su última intervención. Paralelamente, en Cataluña, el PSC sigue enfrentando los conceptos "PP" y "Cataluña". Qué diferencia con ETA-Batasuna, gente de paz con la que en el futuro se podría llegar a un pacto de gobierno en el País Vasco.

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