Una bomba es una bomba es una bomba
¡Cómo han tenido que morderse la lengua año tras año en San Sebastián para no decir lo que pensaban sobre el terror y la muerte y la coacción! ¡Cómo hubieron de contener sus ganas de abrazarse a las víctimas... y sonreír tragándose las lágrimas!
Dulces actrices cargadas de buenas intenciones repartieron –y seguirán repartiendo un día al mes, el día de la ETA– las rosas más blancas del rosal, símbolo de su pureza de espíritu. Sonrientes, deslumbrantes, rodeadas de un halo de santa generosidad, las filantrópicas artistas, abnegadas luchadoras por la paz, no sólo se sacrifican por nosotros en películas de una calidad que supera nuestras estrechas entendederas y nuestra roma sensibilidad; ellas, con sus directores y sus productores y sus guionistas y sus colegas masculinos, y su camisita y su canesú, renuncian gallardas a un tipo de cine que podría arrasar en las taquillas, un cine que sin duda sabrían hacer con los ojos cerrados, y prefieren elevar el tono moral e intelectual del país dando a luz extraordinarios productos culturales. Rechazan Hollywood, que caería rendido a sus pies en cuanto lo desearan, por desprecio a lo venal, pues la seña de identidad de ese gremio es el desinterés.
¡Cómo han tenido que morderse la lengua año tras año en San Sebastián para no decir lo que pensaban sobre el terror y la muerte y la coacción! ¡Cómo hubieron de contener sus ganas de abrazarse a las víctimas... y sonreír tragándose las lágrimas! Qué disgusto no poder fotografiarse con ellas, mostrarles su apoyo, prestarles sus caras de pantalla, sus voces amplificadas. Qué admirable templanza mostraron no diciendo lo que pensaban, no dejando escapar su ira: no era el momento. Pero ante aquella guerra de Irak en que Aznar se puso a matar niños, ya no pudieron más. Y un clamor de "¡No a la guerra!" estremeció los salones, los restaurantes de lujo y las mejores suites de los hoteles. Se tensaron las escalinatas y crepitó el mármol bajo alfombras rojas al paso de los manolos y los prada.
Con la cantidad de trabajo que tienen las actrices españolas, ahora se someten el suplicio –especialmente molesto en su caso– de la prensa, de los flashes, de las cámaras frente a la otra cámara –la de la Carrera de San Jerónimo– para cantar a la paz, para alegrarse con ETA y con todos nosotros por el mundo mejor que se vislumbra: Imagine all the people getting paid like me...uuh uuuh.
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