España, el bajo vientre de Europa
Este cambio de ciclo en el patrón de distribución de las civilizaciones sobre la faz de la tierra, como ocurrió con las grandes invasiones bárbaras premedievales y sus secuelas, acabará siendo aprovechado por el islamismo, si no lo está siendo ya.
La primera reacción del gobierno ante la avalancha de cayucos sobre las Canarias ha sido la disposición a ayudar de inmediato a solucionar "esta crisis humanitaria". No es una crisis humanitaria. Es una crisis de seguridad nacional. La floja Europa tiene un bajo vientre más flojo aún: España.
En tres días han sido mil inmigrantes; en lo que llevamos de 2006 ya entraron más ilegales que en todo el 2005. Aumentará el ritmo en lo que queda de año y será peor en el próximo. El crecimiento está asegurado por una serie de circunstancias: legalización de los ilegales el pasado año y el consecuente efecto llamada; la incapacidad de las autoridades españolas de disuadir la inmigración por una política efectiva de devoluciones; la confusión europea en torno a la formulación de políticas sistematizadas de inmigración. El efecto llamada se agrava por la misma política humanitaria que nuestras sociedades y gobiernos adoptan: tan pronto como desembarca en suelo comunitario, el ilegal comprueba que, como le habían dicho, "aquí dan", y recibe como bienvenida lo que no tiene asegurado en su país: alimentación caliente, alojamiento siquiera sea precario, asistencia sanitaria, billetes de metro o autobús y la posibilidad de sacar unos eurillos haciendo de buhoneros, abrepuertas, mendigos... o delincuentes: en la región parisina, siete de cada diez asaltos son realizados por los "blacks", inmigrantes sin oficio ni beneficio. Si llega una mujer embarazada o con un niño pequeño, derecho de residencia asegurado. Y luego la reunificación familiar, derecho humano por excelencia, con lo que supone de derecho a la salud, a la educación, a una vivienda digna...
España no está a la par en las nuevas tendencias críticas sobre el supuesto valor de la inmigración espontánea: no con la política de inmigración restrictiva impuesta ya en el Reino Unido, tampoco con su actual revisión en Francia ni con la estricta y durísima aplicación en Holanda. Artur Mas, el líder de CiU, sabe bien lo primero que hará si se hiciera cargo de la Generalidad catalana: lo dio a entender en TV3 la noche del día en que se aprobó en Madrid el estatuto catalán: "la conquista más importante de este estatuto es la transferencia de la política de inmigración a la Generalitat". Los catalanistas no confían en la del gobierno de Madrid, que llena las calles de Barcelona con subsaharianos. Otra pérdida de competencias del estado, otro roto en la seguridad de España.
Lo que se está llevando a cabo es una política de aspavientos diplomáticos sin músculo a cargo de Fernández de la Vega, Moratinos y Bernardino León, ante gobiernos africanos con escasos niveles de competencia y voluntad, abrumados ellos mismos por problemas para los que la salida lo más rápida posible de los ilegales es un paliativo.
Volvamos a lo de la seguridad nacional: la duplicación anual de los ritmos de entrada de ilegales supondría que en el 2015, esto es, dentro de diez años, llegarían más de cinco millones, la mayoría de ellos desembarcando en las Canarias. ¿Disparatado? En mucho menos tiempo el departamento francés de Mayotte, en el Índico, ha recibido inmigrantes procedentes de las Comores equivalentes a un tercio de la población local. Este es el mismo proceso por el que la población de Haití se está comiendo poco a poco a la República Dominicana.
¿Y por qué habría de ocurrir tan disparatada hipótesis? La respuesta es: ¿y por qué no? El continente africano se hunde en desastres sin fin, el crecimiento económico es negativo o deficitario en la mayoría de países, las guerras civiles e interestatales son constantes, la corrupción es rampante, el crecimiento demográfico sin freno. Se nos dice que los inmigrantes ilegales que llegan a Europa son, a la postre, la juventud más preparada y decidida de África. Si esto es verdad, aún menos esperanzas para el continente negro. Las avalanchas de cayucos de hoy serán "grandes armadas" a la vuelta de los años. Armadas invasoras. Como una de ellas logre poner pie en las Canarias en un corto periodo de tiempo, demos por perdidas las Canarias. Por no ir más arriba.
Este cambio de ciclo en el patrón de distribución de las civilizaciones sobre la faz de la tierra, como ocurrió con las grandes invasiones bárbaras premedievales y sus secuelas, acabará siendo aprovechado por el islamismo militante, si no lo está siendo ya. La mayor parte de los subsaharianos que llegan (por no mencionar a los magrebíes) son musulmanes. Muchos de ellos nigerianos, país donde rampa libremente el extremismo violento musulmán. ¿Saben las autoridades españolas la composición socio-cultural y religiosa de estos ilegales? Tengan por seguro que el "diálogo de civilizaciones" no permite formular una pregunta tan "impertinente" pero tan reveladora.
Todo esto, que cualquier europeo con un mínimo de educación e intuición históricas puede percibir con tal de que deje de pensar un momento en las minucias del "día a día" político, lo tiene anotado el islamismo terrorista como potencial estratégico para su "larga guerra" contra Occidente. No hacerlo sería de estúpidos.
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