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Agapito Maestre

El premio y el castigo

Arturo Pérez-Reverte no recogió el Premio de Cultura 2005 de la Comunidad de Madrid, en su categoría de Literatura, por coherencia administrativa, algunos dirán, para su buen gobierno personal.

Fui a la Casa de Correos para acompañar a los Premios de Cultura de la Comunidad de Madrid; especialmente concelebré, participé, del crédito concedido a José Luis Garci. También comulgué ilusionadamente con el reconocimiento público a la obra de Albert Boadella, y mostré mis respetos al resto de los premiados. Sólo uno dejo aparte, que no me interesa, porque su absurda excusa para no asistir a recoger el premio demuestra el poco aprecio que le merece el crédito que le concedía la Comunidad de Madrid.

Aunque justificó su rechazo con cierta instrucción, reconozco que no me extrañó su ausencia. Sí, sí, Arturo Pérez-Reverte no recogió el Premio de Cultura 2005 de la Comunidad de Madrid, en su categoría de Literatura, por coherencia administrativa, algunos dirán, para su buen gobierno personal. No se puede estar a la vez, diría el escritor, con quien dicta "la política cultural de España", Polanco y su gente, y con sus alevosos y aleves opositores. La cosa no puede estar más clara por parte del premiado.

Pero qué decir, cómo justificar, la actitud de los castigados, la Comunidad de Madrid en general y su Consejería de Cultura en particular. ¿Por qué le han dado un premio a quien lo podría fácilmente cuestionar por su coherente actitud ideológica y política? Vaya usted a saber. Quizá estulticia no sea la peor palabra que se me ocurre para enjuiciar a unos políticos poco profesionales. En cualquier caso, a la coherente actitud de este voluntarioso novelista los responsables de cultura de la Comunidad de Madrid deberían dedicar un análisis más que monográfico, terapéutico. Pero, si al finalizar la sesión de trabajo no dimite alguien, entonces olvídense de que alguna vez esta comunidad pueda tener una política cultural a la altura de una excelente gobernante, quizá la mejor del PP, Esperanza Aguirre.

¡Quienes se extrañaron por su ausencia no saben de qué va la cosa cultural! Se lo tienen merecido. Otorgar, gestionar y administrar un premio es una tarea complicada. Exige mucha inteligencia. Y responsabilidad política, pues, al fin, la calidad de una sociedad, aquí y en la antigua Grecia, se mide por la calidad de sus premios. Son la excelencia de una sociedad.

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