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José García Domínguez

¡Quién fuera mandril!

Y si nos lanzas otra bolsita de maní, hasta olvidaremos que el catedrático de Derecho Constitucional Peces Barba puso en su libro de texto que los preámbulos de las leyes sí tienen valor jurídico. Te lo prometemos por Chita. Palabra.

Qué monos, los socialistas: nos tiran cacahuetes para que andemos entretenidos contando chistes, justo hoy, el día que comienza el debate del Estatut en el Senado. Aunque para mí tengo que la solemne Declaración Universal de los Derechos Humanos de los Macacos ha sido asunto personal y exclusivo de López Garrido. Decía Kirkegaard que cuanto más conocía a los hombres, más quería a su perro. Pues a mí viene a ocurrirme algo parecido con el propio de Rubalcaba: cuanto más aprendo del Proyecto Genoma, más aprecio la labor parlamentaria de López Garrido. Sobre todo, desde que descubrí que compartimos el noventa por ciento del código genético con las ratas de cloaca.

Porque que los humanos únicamente poseamos el doble de genes que la mosca del vinagre, sin duda, permite comprender la actitud del PSOE ante la realidad nacional de Andalucía. Y que la levadura que gastan los panaderos contenga un genoma doscientas veces mayor que el nuestro, da más que pistas para entender cómo Carmen Calvo ha podido llegar a un ministerio. Pero sólo esos trescientos miserables genes que separan al Homo sapiens de los roedores son capaces de explicar lo de López Garrido.

De ahí que también sea muy creíble el rumor que atribuye a López la orden de izar una estatua al Doctor Zaius en los Nuevos Ministerios, justo donde estaba la de Franco. Hasta juran que el venerable presidente del Planeta de los Simios lucirá con semblante atónito, y señalando con el índice hacía aquel escaño donde Zapatero malgastara su juventud sesteando. Con idéntico gesto de incredulidad –calcado, aseguran los avisados– que el del venerable orangután durante la escena en la que descubrió que Charlton Heston era capaz de hablar.

De todos modos, sea la especie cierta o mero bulo, bien está lo que bien acaba. Por ello, nada habremos de objetar al reconocimiento de los derechos civiles de nuestros envidiados parientes, los mandriles, si al tiempo el Informe para una Academia llegase a ser atendido por el tribuno López. Nuestro informe, el de los judíos checos de lengua alemana que sobrevivimos enjaulados en Barcelona. Pues, a fin de cuentas, qué otra cosa somos nosotros más que tristes chimpancés en tierra de nadie, siempre a medio camino entre la existencia simiesca y esa soñada identidad nacional que habrán de procurarnos nuestros domadores.

Venga, López, anímate. Si lo estudias, te prometemos recitar a coro el artículo 144 del Estatuto de nueva generación que vas a regalarnos –"Corresponde a la Generalitat la regulación del ambiente atmosférico"–. Y si nos lanzas otra bolsita de maní, hasta olvidaremos que el catedrático de Derecho Constitucional Peces Barba puso en su libro de texto que los preámbulos de las leyes sí tienen valor jurídico. Te lo prometemos por Chita. Palabra.

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