¿Ignorantes o embusteros?
Trae a la cabeza otra frase de Azaña sobre aquellos republicanos de quienes, muy justamente, se sienten herederos los firmantes: "No saben qué decir, no saben argumentar. No se ha visto más notable encarnación de la necedad".
Circula un curioso manifiesto prorrepublicano titulado "Con orgullo, con modestia y con gratitud", que empieza de tan raro modo: "La proclamación de la II República Española encarnó el sueño de un país capaz de ser mejor que sí mismo". ¿Qué querrá decir eso? Parece una mala traducción de otro idioma... pero, ¡sorpresa!, no lo firman alumnos de la LOGSE intentando hacer retórica, sino una larga lista de intelectuales.
El escrito gira en torno a la idea de que la república supuso "un colosal impulso modernizador y democratizador", cuyos valores "siguen vigentes como símbolos de un país mejor, más libre y más justo", cosa muy lógica, pues ellos permitieron desarrollar "en múltiples campos de la vida pública una labor ingente, que asombró al mundo y situó a nuestro país en la vanguardia social y cultural". ¡Qué maravilla! Pero oigamos a Gregorio Marañón, uno de los más brillantes intelectuales liberales españoles del siglo XX y padre espiritual de aquel régimen: "Mi respeto y mi amor por la verdad me obligan a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico". Atendamos a otro padre espiritual de la República, Ramón Pérez de Ayala: "Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Lo que nunca pude concebir es que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza". Por si hubiera equívoco, aclaro a los firmantes que Pérez de Ayala se refiere, precisamente, a los mismos políticos a quienes el manifiesto atribuye tales prodigios. El tercer padre espiritual de la república, Ortega y Gasset, clamó muy pronto: "¡No es esto, no es esto!". Y, amargado, se alejó de la política.
Podríamos citar muchísimas opiniones más, empezando por las de Azaña: "Me entristezco hasta las lágrimas por mi país, por el corto entendimiento de sus directores y por la corrupción de los caracteres. Veo muchas torpezas y mucha mezquindad, y ningunos hombres con capacidad y grandeza suficientes para poder confiar en ellos". Vuelvo a aclarar que no habla de los "reaccionarios", sino de los magníficos republicanos imaginados por los manifesteros. ¿No debieran tener éstos la elemental prudencia de prestar atención a tantas y tan autorizadas opiniones, y preguntarse la razón de ellas? Si lo hubieran hecho, habrían conocido una abrumadora documentación que les habría quitado de una vez por todas esas fantasías, propias más bien de adolescentes manipulados.
Tienen alguna razón, en cambio, cuando mencionan "la desleal oposición de quienes creían, y siguen creyendo, que este país es de su exclusiva propiedad". Así, el propio Azaña creía, y lo declaró varias veces, que en la república sólo podían gobernar los suyos; el PSOE lanzó campañas con el lema "Todo el poder para el Partido Socialista"; los nacionalistas catalanes obraron desde el principio como si Cataluña fuera una finca suya. Etc. Sin embargo intuyo que los abajofirmantes no se refieren a éstos, sino a la derechista CEDA, que respetó la legalidad infinitamente más que sus contrarios. De ello también pueden enterarse sin demasiado esfuerzo.
En fin, ¿hay en manifiesto simple ignorancia, o falta de aquel "respeto y amor por la verdad" invocado por Marañón? Me temo lo segundo, a juzgar por esta acusación agresiva: "todavía se nos sigue intentando convencer de que la II República fue un bello propósito condenado al fracaso desde antes de nacer por sus propios errores y carencias. Rechazamos radicalmente esta interpretación, que sólo pretende absolver al general Franco de la responsabilidad del golpe de estado que interrumpió la legalidad constitucional y democrática". Esto suena claramente a coacción intelectual, y hasta legal, contra los disidentes. Pero cualquiera que, siguiendo a los padres espirituales de la república, a Azaña, a Pla, a Martínez Barrio, a Alcalá-Zamora, a tantos más, haya investigado los hechos, sabe perfectamente que la II República nunca fue un "bello propósito", que Franco y la CEDA respetaron la Constitución mucho más que las izquierdas, y que quienes destruyeron la legalidad democrática fueron los socialistas, los nacionalistas catalanes y, finalmente, el Frente Popular. Al destruirla, ocasionaron la guerra. Repito mucho estas cosas, porque estos señores, incapaces de refutarlas, insisten como si no las hubieran oído y proponen, abierta o solapadamente, la censura inquisitorial contra las versiones contrarias a las suyas, y más veraces.
Lo cual trae a la cabeza otra frase de Azaña sobre aquellos republicanos de quienes, muy justamente, se sienten herederos los firmantes: "No saben qué decir, no saben argumentar. No se ha visto más notable encarnación de la necedad".
Y como entre los del manifiesto abundan los miembros o antiguos miembros no reciclados del PCE, termino recordándoles "con orgullo, con modestia y con gratitud" una observación de Julián Besteiro, uno de los pocos izquierdistas que defendió la legalidad y que desde 1933 profetizó lo que iba a suceder: "La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas: por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos".
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