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José Carlos Rodríguez

Formación del Espíritu Progresista

El problema viene de haber cedido al Estado la gestión de un derecho que pertenece en exclusiva a los ciudadanos. Son ellos quienes tienen el derecho a elegir. Y pueden hacerlo basándose en el "derecho a ignorar el Estado" y en la "desobediencia civil".

Lo explica Sowell. Los socialistas tienen una visión maleable del ser humano, ven a la persona como una pieza de plastilina y se excitan con ensoñaciones de futuras sociedades compuestas con nuevos ciudadanos moldeados a su imagen y semejanza. Personas que han descartado las tradiciones, la cultura caduca en la que aún vivimos y han adquirido hasta los tuétanos los ideales de la nueva sociedad. Es la construcción del "nuevo hombre socialista" que se intentó el pasado siglo, llevándose de por medio, nada, a decenas de millones de seres humanos. Los socialistas de todo pelaje guardan todavía esta ensoñación totalitaria, que en España ha tomado la forma de una nueva Ley de Educación: la LOE. El texto habla literalmente de "construcción de ciudadanos", siempre desde los valores de la izquierda.

Siguen la estela del gran teórico de la pedagogía progresista, John Dewey, para quien "la gente debería ser considerada por sus asociaciones, no por sus logros personales". No, nada de logros personales, responsabilidad personal, esfuerzo, superación, auto exigencia. La LOE dice que "la responsabilidad del éxito escolar de todo el alumnado no sólo recae sobre los alumnos y las alumnas individualmente considerados, sino también sobre sus familias, el profesorado, los centros docentes, las Administraciones educativas y, en última instancia, sobre la sociedad en su conjunto".

De nuevo John Dewey: "Cualquiera que haya comenzado a pensar, pone una parte del mundo en peligro". Es más, "la gente independiente y que actúa por sí misma eran un anacronismo para la sociedad colectivista del futuro". Para evitarlo, para "construir ciudadanos" progresistas, la nueva ley prevé una "Educación para la ciudadanía" desde la misma infancia hasta el bachillerato. Por un lado se expulsa en lo posible todo lo que pueda suponer la transmisión de nuestra civilización, con la Religión como primera candidata. Se empequeñece la geografía como se quieren empequeñecer el alma y la perspectiva vital. Y se sustituye por un programa de adoctrinamiento, "Educación para la ciudadanía", al margen y con desprecio de los valores de los padres.

Todo ello es más fácil si la elección de centro está severamente condicionada por el lugar en que vives, y si limitas el número de colegios privados concertados, que se acercarían más a lo que desean los padres. Así se les resta la capacidad de elección. Atados al colegio más cercano, les resulta más difícil escapar a una educación que no es la que quieren.

El problema viene de haber cedido al Estado la gestión de un derecho que pertenece en exclusiva a los ciudadanos. Son ellos quienes tienen el derecho a elegir. Y pueden hacerlo basándose en el "derecho a ignorar el Estado", del que habla Herbert Spencer, y en la "desobediencia civil" de Henry David Thoureau. El derecho es nuestro, y el deber de ejercerlo, también.

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