Se acabaron las renuncias
Zapatero, Blanco, Rubalcaba, Carod, Puigcercós, Puig, Mas y Duran han decidido, señor Rajoy, que el PP es el enemigo. Ante eso, gallardonear o arriolear, simular que persisten coordenadas de gentil entendimiento, es locura.
No creo que Sarkozy se nacionalice español y se presente a nuestras elecciones salvo que lo obligue su esposa, y ni así. Al mejor orador de la convención del PP le aguarda la presidencia de Francia. Puede que su inmunidad a los ataques hispanoprogres resulte de su extranjería, pero no está escrito en ningún sitio que un nacional no pueda proclamar ciertas razones y verdades incólume a las maldiciones de la izquierda y el nacionalismo. Como en el vudú, esas maldiciones sólo afectan a quien cree en los poderes sombríos del enemigo.
Digo enemigo porque, por desgracia, la condición de adversario no se decide unilateralmente. Zapatero, Blanco, Rubalcaba, Carod, Puigcercós, Puig, Mas y Duran han decidido, señor Rajoy, que el PP es el enemigo. Ante eso, gallardonear o arriolear, simular que persisten coordenadas de gentil entendimiento, es locura. Sólo le falta ya al PP hacer lo que Gil Robles y renunciar a gobernar la próxima vez que gane las elecciones.
Si los populares aceptan las categorías de la propaganda ajena, si se dejan abducir por la dicotomía burda “moderación gallardonista / radicalismo aznarista”, no habrá nada que hacer. Sarkozy sitúa a Aznar en el lugar histórico que le corresponde, y a ver cómo lo lapidan los de Prisa. Que es francés, ya. ¿Y qué? La cuestión no es esa. La cuestión es quién establece los conceptos y quién los acepta renunciando a los suyos.
En los próximos meses se va a agitar el Estado. Lo de la ETA es ya un fracaso del gobierno, aferrado a una tregua que no llega, insistiendo en la ausencia de precio político mientras paga a la vista de todos. Lo de Cataluña, que es crucial, lo lleva Rajoy mal enfocado. Teme abrir una brecha en el partido. Teme, si salta Piqué, la cantinela del triunfo de los halcones y del anticatalanismo. Pero cuanto más tarde en decidirse, mucho peor para el PP.
El laicismo y el supuesto izquierdismo de los Ciudadanos de Cataluña importan ahora poco. Hay una urgencia que, hasta hoy, sólo ha sido reconocida y formulada por los de Espada y Boadella: expulsar al nacionalismo del espacio público. Piqué no cree en tal cosa sino en la contraria: disolver el españolismo catalán en el espacio nacionalista. ¿Izquierdismo? Izquierda y derecha son categorías del siglo XVIII. En cuanto al laicismo, ya habrá tiempo de discutirlo. De momento hay que recuperar la dignidad.
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