El plan maestro de la SGAE
La industria de la fabricación y venta de trozos de plástico ha muerto. Ha llegado la hora de vender música. En vivo y en directo. O en diferido, digital y a precios más económicos que el plástico.
La guerra de la propiedad intelectual no deja el primer plano de la actualidad de Internet ni por un instante. En las últimas semanas la SGAE ha intensificado sus acciones, demandas, amenazas, coacciones y declaraciones para dejar claro que van a por nosotros. Y a por cualquier que se ponga de por medio. La última escaramuza es la demanda de la SGAE a Apple para que los iPod paguen un canon. Retroactivamente, claro, desde el primer iPod que cayó en manos patrias. El plan maestro de la SGAE prosigue su curso...
Hace exactamente cuatro años definí, en unas pocas líneas, este plan maestro:
Al margen de la justificación legal del canon en cuestión, que nos convierte a todos en presuntos culpables de piratería (en lo negativo), o bien nos concede la impunidad para piratear cuanto deseemos mientras paguemos el canon (en lo positivo), los argumentos que esgrime la Sociedad son terriblemente sofistas. Porque la misma lógica que les lleva a pedir un canon por los CDs les llevará a pedirlo por las grabadores, por todos los soportes magnéticos análogos (disquetes, DVDs, magneto-ópticos, zips, jazzs, etc...) por los módems, por las propias conexiones a Internet, por los discos duros, por los teléfonos móviles o por tantos otros soportes que se puedan cruzar en su camino. Acabaremos teniendo que pagar derechos de autor por nuestro CD de recopilación del proyecto Guttemberg, cuyos derechos de autor han expirado, por el software libre o por la recopilación de fotos de la familia. Acabaremos tributando el llamado "impuesto revolucionario" a la SGAE seamos o no consumidores (o pirateadores) de los dichosos derechos de autor por la compra de equipos multifuncionales solamente porque una de sus funciones puede potencialmente atentar contra los derechos de autor.
Escribí esto antes de la puesta en marcha del perverso canon a CDs y DVDs, que ocurrió algún tiempo más tarde. Los hechos, al cabo de los años, me siguen dando peligrosamente la razón. Hace meses el proyecto para imponer un canon a las conexiones de Internet tuvo que retrasarse por la polémica social que suscitó. Probablemente antes de que acabe la legislatura volveremos a oír hablar del asunto. De momento el nuevo campo de batalla de la SGAE son los discos duros y los teléfonos móviles, así como el propio derecho de copia privada.
Me explico: el nuevo borrador permite a la SGAE recaudar canon de copia privada por el iPod y los teléfonos móviles, aumentando considerablemente el ámbito de aplicación del canon, y dando lugar a situaciones curiosas como que ya se paguen derechos de autor por los tonos que se compran en la web o por SMS, y se vuelvan a pagar por la propia compra del terminal (algo que suena peligrosamente a doble imposición). Al mismo tiempo, restringe el ámbito de aplicación de la copia privada única y exclusivamente a la familia. Es decir, actualmente por los 15 céntimos adicionales que se pagan por un CD se pueden compartir las obras como copia privada con tu entorno: familia, amigos... (se discute si el P2P está incluido o no, aunque la opinión más extendida al margen de la SGAE es que sí). A partir de este cambio con tus 15 céntimos sólo podrás compartir con tu familia. Vaya por delante que yo ya considero a la humanidad como una gran familia de 6.500 millones de personas.
Estos no son más que pasos en el plan maestro de la SGAE para recaudar más cada vez mientras pregona su condición de víctima e intenta perpetuar privilegios medievales que permitan a la industria discográfica seguir con la inmensa mentira de que los consumidores somos ladrones, robamos la cultura, queremos matar la música y el descenso en la venta de CDs no tiene nada que ver con su monumental miopía a la hora de afrontar un fenómeno –Internet– que está cambiando drásticamente la forma de entender el negocio, al margen de los argumentos repetitivos, cansinos y sofistas de entidades de gestión y la propia industria discográfica. Porque están los argumentos y están los hechos. Por ejemplo, un argumento: el descenso en la venta de CDs está provocado por la piratería y las redes P2P que utilizan peligrosos delincuentes a los que hay que perseguir. El hecho: Apple anuncia que ha superado la barrera de los mil millones de canciones vendidas a través de iTunes . Destrucción creativa, lo llaman algunos.
La SGAE seguirá intentando reducir el ámbito de aplicación de la copia privada e intentando ampliar el ámbito de aplicación del cánon. Como, además, se da la circunstancia de que son ellos quienes dictan las normas, no tienen excesivos motivos de preocupación. Seguirán con el discurso victimista durante años y años y eso les permitirá influir a los políticos ignorantes (de uno y otro signo) para que se sigan modificando las leyes ad infinitum. Porque ningún político se va a atrever a quitarle el queso a los ramoncines de la vida. Mientras, proseguirán con su trabajo de presión constante los fabricantes de hardware. Tarde o temprano, pagaremos canon por nuestros ordenadores y nuestros ADSL, no les quepa la menor duda. Mientras, el mercado del CD se morirá lentamente y la venta de canciones por Internet se disparará, lo cual provocará numerosos problemas entre las discográficas y las tiendas tipo iTunes a cuenta de las comisiones. Se venderán menos discos pero más canciones. Y eventualmente el disco morirá. El plan de la SGAE ya anticipa esta eventualidad, y probablemente cuando todo nuestro contenido esté protegido por DRMs (un cáncer más para los consumidores de cultura) se inventarán nuevas excusas para gravarnos y para que paguemos hasta por silbar. Y si no, al tiempo.
A finales del siglo XIX los vendedores de hielo extraído de lagos o estanques quedaron obsoletos frente a los fabricantes de cubitos de hielo, y estos a su vez por los fabricantes de neveras. La industria de la fabricación y venta de trozos de plástico ha muerto. Ha llegado la hora de vender música. En vivo y en directo. O en diferido, digital y a precios más económicos que el plástico. Mucho más económicos.
Las pataletas no sirven de nada, y siempre benefician al mismo, en este caso un poderoso lobby, no económico, sino de puro glamour. Hoy se venden menos discos y se compra más música: en conciertos o en Internet, donde también decae el éxito pasajero frente a la música más antigua. Esta situación seguirá durante años. Pero se mueren los privilegios. Frente a los discursos catastrofistas de los cantamañanas de turno, esto es lo mejor que le podía pasar a la música. Dentro de 15 años nos podremos sentar y hablar de lo buena que fue la muerte del viejo negocio discográfico para el futuro de la música.
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