La España civil
Hagan la prueba, amigos, pregunten a quienes no quieran asistir a ese grandioso acontecimiento civil por la razones de su rechazo. Comprobarán fácilmente que las respuestas no pasarán del balbuceo y la mentira.
Muchos impostores hablan de la España civil. Pierden el tiempo. Hace tiempo que sus mentiras quedaron al descubierto. Han quedado reducidas a propaganda para una vulgar "religión atea". Laicismo de cartón piedra. Nada. Sólo conozco una España civil. Estará en la calle el sábado por la tarde exigiéndole a Zapatero que "en su nombre no se negocia con ETA". Sí, gracias a esa España civil, Zapatero tiene la oportunidad de comprender qué es la dignidad. Sí, gracias a esa España civil, la exigencia de que nadie negocie con los terroristas sin contar con las víctimas debería ser no tanto un "principio moral", o una justificación racional, cuanto la base sobre la que se asienta cualquier sociedad que aspire a vivir ilustradamente.
Fundamentar incluso éticamente esa exigencia, base de la dignidad, debería ser considerada como algo monstruoso para una sociedad democrática. Acaso por eso, porque me resulta casi indecente dar razones a favor de esa exigencia, que permite al ser humano no rebajarse a vivir en la escala más baja de la humanidad, la indignidad, no hallo mejor fórmula para medir la calidad moral de un hombre, aunque mejor sería hablar de grado de inmoralidad, que preguntarle por sus razones, o incluso por sus motivos, para no asistir a la manifestación convocada por las víctimas del terrorismo, en Madrid, el sábado por la tarde.
Hagan la prueba, amigos, pregunten a quienes no quieran asistir a ese grandioso acontecimiento civil por la razones de su rechazo. Comprobarán fácilmente que las respuestas no pasarán del balbuceo y la mentira. Habrá incluso quien exclame: ¡Ah, pero hay una manifestación de las víctimas! A esa gente hay que tomarlas muy en serio. Son los esclavos, los ejecutores potenciales y verdugos de quienes dictan consignas contra la dignidad. Son las gentes que siguen a pies juntillas las "explicaciones" que dieron algunos "intelectuales", así se llaman ellos, para no ir a la anterior convocatoria de la AVT, porque creyeron antes en las consignas de Zapatero que en la dignidad de la España civil.
La cuestión lejos de ser retórica es muy real, porque el día 25 de febrero muchos, millones, de seres humanos no asistirán a la manifestación convocada por las víctimas del terrorismo, sencillamente, porque no están dispuestos a aceptar esa exigencia, que convierte su vida en una vida digna. Espectáculo lamentable es el de una sociedad que renuncia a su dignidad.
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