Don de lenguas
Sadam Hussein (evidentemente un seudónimo) me envía una emilia que es una especie de excrecencia del Caganer. Todo es desperdicio, pero revela muy bien el nuevo estilo, entre obsceno y escatológico, que emplean ahora los llamados catalanistas radicales.
Michael Gavin está en radical desacuerdo respecto a mi opinión sobre la RAE. Dice así: “La RAE no es más que una institución al servicio de lo políticamente correcto […]. Tampoco pasaría nada si dejase de existir. En el Reino Unido no existe y la lengua inglesa goza de una salud estupenda”. Francamente, me resulta injusta la atribución de que la RAE está a favor de lo políticamente correcto. No es esa mi impresión. Más bien, la corrección política nos llega como una importación del inglés norteamericano. Sin la RAE, el español se fragmentaría mucho. Actualmente es el más homogéneo de los idiomas que tienen muchos hablantes: inglés, chino mandarín o árabe. En el mundo de habla anglicana claro es que no hay nada parecido a nuestra Academia (un invento francés), pero tienen sus equivalentes. Funcionan sobre todo los comités de redacción en torno a las grandes obras de referencia: el Oxford, el Webster, la Encyclopaedia Britannica. El inglés goza de una excelente salud porque es la lengua franca del mundo, el latín de nuestro tiempo, pero se disgrega demasiado. Muchos angloparlantes no se entienden entre ellos.
Me encanta relatar la biografía sucinta de tantos libertarios como realmente ostentan con orgullo el mestizaje español. Añado la de Carlos Iradier Larrea: “Estoy casado con una bilbaína que no sabe hablar vascuence y yo nací en Barcelona, de padre valenciano y madre aragonesa, y tampoco hablo catalán. Afortunadamente nuestra familia siempre se ha comunicado en español, idioma este que nos ha sido enormemente útil en nuestras andanzas por las Américas. Me temo que, de haber hablado solo vasco o catalán, además de los problemas matrimoniales que hubiéramos tenido, el trato con colombianos, venezolanos y dominicanos nos habría resultado difícil”.
Gonzalo (Irlanda) me comunica que “desde Irlanda también le leemos y le oímos en la radio del coche, cuando la ionización de la atmósfera nos deja”. Milagros de la técnica. Sugiero a don Gonzalo que pruebe a recibir la radio a través del ordenador, aunque no me pregunte cómo se logra tal encantamiento. Opina don Gonzalo que no basta con garantizar la enseñanza del español a todos los niños españoles. “No nos olvidemos que donde juega un papel importantísimo la lengua es en el acceso a la función pública”. Ahí es donde aparecen las verdaderas discriminaciones. “Se usan las lenguas como armas de proteccionismo laboral con las consiguientes injusticias […] Al final, España solo será una relación fría, burocrática y bilateral entre instituciones; pero se perderán muchos flujos y lazos individuales […] Trabajo en Irlanda, donde, por supuesto, no me han exigido aprender gaélico […] Va contra toda lógica que un español que quiera trabajar en el sector público se tenga que ir de España por no hablar un idioma minoritario […] No vuelvo a una sociedad políticamente enferma como la vasca ni jarto de txacolí”. Excelente testimonio.
Ramón Cernello (o algo así) afirma estólido: “Usted lo sabe muy bien, no en vano es un profesional de la lengua española; no existe un idioma común, existen idiomas. Of course”. Pues no, señor. No soy un profesional de la lengua española. Me temo que no sea un profesional de nada. En todo caso soy un enamorado de la lengua española. Por eso mismo observo que la lengua española es la única que entienden todos los españoles aparte de un considerable número de hispanoparlantes en América y otros lugares. ¿Cómo se puede negar que haya países con una lengua común? Es el caso de España, Italia, Francia, Reino Unido y muchos más. En otros países no hay lengua común porque prácticamente solo hay una. Pero lo normal es que coexistan varias lenguas en un país y que una de ellas sea la que mejor conozcan todos. Me da un poco de vergüenza tener que declarar tales sinsorgadas, pero sospecho que, ni aun así, voy a convencer a don Ramón.
Sadam Hussein (evidentemente un seudónimo) me envía una emilia que es una especie de excrecencia del Caganer. Todo es desperdicio, pero revela muy bien el nuevo estilo, entre obsceno y escatológico, que emplean ahora los llamados catalanistas radicales. Transcribo algunos párrafos mejorando un poco los signos y la ortografía: “En mi vida había visto paridas semejantes como las que se escriben en su sección. El resto de web es de risa funesta. ¿Por qué cojones olvidar el castellano en Catalunya supone incapacitar a sus ciudadanos para ir por el mundo? […] ¿Es que creen que en Catalunya se ha hablado castellano siempre? Antes de la invasión [¿de Franco? ¿de Felipe V?] no lo hablaba nadie, fuera de 4 guardias civile, juezes y deshechos de la alta burguesía. ¡Y de esto hace 4 días! […] Saber castellano es superfluo para ir por el mundo, por tanto, no veo qué problema hay en olvidarlo. A parte, ¿qué cojones les importa a ustedes lo que pase o deje de pasar en Catalunya. Mirense su culo, y deje el nuestro tranquilo […] A parte de esto, el castellano, sin el ejercito, tanto militar como de ignorantes que lo usan habitualmente, tendría la fuerza de un peo de vieja”. Ahí queda eso. Es lo que llaman el seny de los catalanes.
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