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Aurelio Alonso Cortés

Con tus firmas, pintarán bastos

Mariano Rajoy demuestra con esta iniciativa que ha decidido combatir lo pactado en La Moncloa también desde la calle, sin dejar el campo parlamentario y el judicial.

Cuente señor Rajoy con mi firma, desde ya. Y las de millones de españoles que, sin militar en el PP, carecemos de voz y voto para evitar que el proyecto de Estatuto catalán sea el anticipo de una más o menos próxima, aunque innegable, división de España. Estaba presente en el Foro Nueva Sociedad cuando usted anunció la recogida. Manténgase firme frente a quienes –incluso desde el interior de su partido– desaconsejan las mesas petitorias.

Aunque no sea su objetivo personal estas firmas pueden ser, también, el germen de votos que le dé el gobierno en las elecciones del 2008. Así podrá restaurar tantas leyes derogadas sin tiempo a ser estrenadas, sin contar con el interés general. Sólo por sacar pecho frente al PP tras derrotarlo sin conocerse el cómo. Si usted persiste le votarán los muchos centristas, siempre indecisos, y no pocos socialistas para los que el separatismo es incompatible con el progreso al que aspiran.

Coincidimos como ciudadanos en reclamar que se nos permita ejercer el derecho a ser oídos, y aceptaremos gustosos por tanto su mediación para que se nos dé voz. Rechazamos que el destino del pueblo soberano se pacte en el vodevil nocturno y aldeano de La Moncloa. Por parejas venidas discretamente por carretera, eludiendo el concurrido puente aéreo de Barcelona a Madrid.

¿Cómo no se dan cuenta de lo horteras que son las manitas a trío, para la foto, tras haber puesto las astas a la pareja que les precedió en la coyunda antinatura? Usurpan el lugar del pueblo soberano, titular único del poder para reformar la Constitución, cuando pactan su modificación por la puerta de atrás, en fraude de las leyes orgánicas capaces para variar los Estatutos pero no una Constitución. Esta exige, como es sabido, mayoría reforzada y un complejo procedimiento que termina en la confirmación en referéndum de todos los españoles. Precisamente el que usted, señor Rajoy, nos devuelve al solicitar nuestra firma.

Deseche cualquier preocupación por las objeciones a su iniciativa. Empezando por Rubalcaba que la califica de “perversión constitucional de primero de carrera”. No hay más perversión que las mencionadas coyundas monclovitas, concertadas por el susodicho químico –o más bien alquimista– que como dice el refrán“quiso hacer del hierro oro, e hizo del oro hierro”.Los alquimistas usan para ello la “piedra filosofal”, en este caso las artificiosas mayorías del cuatripartito.

Desprecie los argumentos de los “entrambasaguas” de este país hasta ahora llamado España que alegan escrúpulos formalistas. Y también la objeción de los “constitucionalistas de plantilla” que ahora proliferan. A nadie prohíbe nuestra Constitución la recogida de firmas. Puede que no sirvan para convocar un referéndum fundado en el artículo 87.3. de la Constitución que lo impedirá al haber tramitado, fraudulentamente, como ley orgánica un Estatuto que reforma la Carta Magna. Pero nuestras firmas podrán amparar, política y moralmente, la aplicación del artículo 92 según el cual “las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”.

Rechace asimismo otras dos objeciones. La de quienes a estas alturas de la película invitan a un debate entre los dos mayores partidos que garantice la plena constitucionalidad del texto final. Yo mismo lo sugerí en su momento y en esta columna cuando nadie lo apuntaba. La oferta de diálogo, reiterada hasta la saciedad por el PP, sólo ha servido para dar tiempo a los alquimistas para conspirar. Y la de los que sostienen que la recogida de firmas aminorará el poder parlamentario de los 148 escaños y casi diez millones de votantes del PP. No parecen percibir lo evidente. Y es que tanto poder está siendo peligrosamente ignorado por el frentismo izquierdoso y las minorías bisagra.

Mariano Rajoy demuestra con esta iniciativa que ha decidido combatir lo pactado en La Moncloa también desde la calle, sin dejar el campo parlamentario y el judicial. Y comienza a verse como el vistoso oro del alquimista se convierte en bastos, metáfora del hierro del refrán. Acaban de conocerse los informes del Consejo General del Poder judicial, y del Consejo de Estado que consideran inconstitucional el Estatuto catalán. Evite el Gobierno motejarlos de “no vinculantes” como acostumbra.

No pueden ignorarse. Refuerzan el poder constitucional del pueblo español, y justifican los millones de firmas que vamos a depositar para provocar el referéndum que refuerce el sentido nacional y unitario de la Constitución de 1978, blindándola esta vez de verdad.

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