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Carlos Semprún Maura

Las mujeres a la cocina (del poder)

Por una vez los sindicatos llevan razón cuando señalan que si la cifra de parados disminuye en las estadísticas oficiales, no aparecen en esas mismas estadísticas la menor creación de empleos. ¿Cómo es posible?

Hace días que no me daba la lata, pero tía Mercedes me ha llamado para preguntarme como veo el mundo. Nada menos. Ella está inquieta, y estando chapada a la antigua, desconfía de las mujeres en el poder. Prefiere hombres, y ahora ellas gobiernan en Liberia, Alemania, Chile y, ¿dónde más? Intenté escurrir el bulto hablando del tiempo y de mi persistente bronquitis, pero la trae sin cuidado mi bronquitis, quiere saber lo que opino sobre Angela Merkel. Pues me parece infinitamente mejor que Schröder, digo; hasta El País ha notado que ha cancelado “el eje del mal francoalemán”, que pretendía apoyarse en Moscú contra Estados Unidos. Merkel acaba de declarar que el eje debía de ser transatlántico para la seguridad y la lucha contra el terrorismo, y yo añadiría que en defensa de la democracia y del libre comercio. Los primeros pasos de la canciller Merkel (la prensa gala la califica de “la alemana”, olvidándose de lo de canciller) tanto en el escenario internacional como en el europeo son pues positivos; lo cambia todo sin romper nada.

No tendré la caradura de afirmar que conozco lo que ocurre en Liberia, ni siquiera en Costa de Marfil, de nuevo en crisis: nos informan mal sobre esos y otros países del continente africano y, de pronto, nos enteramos que la sangre corre por las calles. Por ejemplo, ¿qué está ocurriendo en Sudáfrica, el país más desarrollado de ese continente? Nada sabemos salvo que chorrea corrupción desde la cumbre. Se anuncian catástrofes. Que tía Mercedes desconfíe de la “francesita” Michelle Bachelet porque es mujer no es serio, claro, lo que sí lo es, en cambio, es la situación en América Latina, con ese renacimiento de la corriente nacionalpopulista “antiliberal”, o sea, carca. Castro parecía hace pocos años muy solo, ahora cuenta con el apoyo del nacionalsocialista –incluyendo el antisemitismo– Hugo Chávez, con el del cocalero Evo Morales, y lo que te rondaré morenitayuku, en Perú y otros países. Michelle Bachelet es diferente, porque Chile es diferente (pese a Allende y Pinochet). Se nos dice que Ricardo Lagos ha dejado una magnífica gestión económicosocial, pero yo recuerdo sus desatinos antiyanquis cuando la guerra de Irak. No fue el único, desde luego. No porque sea mujer (mujeres fueron Margaret Thatcher, Golda Meier, Indira Ghandi o Isabel la Católica, como son la mitad del vergonzoso gobierno español), pero no me extrañaría si la señora Bachelet impusiera la gratuidad de las visitas al dentista, o algo así, como “manera diferente de hacer política”, más femenina, diría Antonio Skármeta. Se trate de Bachelet o de Evo Morales, toda la progresía gala rezume satisfacción: América Latina, unánime, se alza contra el Gran Satanás, los Estados Unidos.

Hablando de mujeres, le pregunto a tía Mercedes qué le parecen las declaraciones de Laurence Parisot. “¿Quién es esa?”, responde. Pues nada menos que la Presidente de la patronal MEDEF, que ha sustituido al emblemático barón de Seillères, y que acaba de dar un enérgico varapalo tanto al gobierno francés como al Presidente Chirac, acusándoles de tener una política económica “ilegible”, cambiando cada dos por tres las reglas del juego, en el mundo laboral y empresarial, de funcionarizar a los asalariados, de multiplicar las normas burocráticas y, en una palabra, de ser peor que ineficaces; nocivos para el desarrollo económico del país. Tras seis meses de silencio, después de haber sido elegida Presidenta del MEDEF, la señora Parisot ha elegido el momento de su enérgica intervención con acierto: cuando en el gobierno y en el Parlamento se discuten, eso sí, con pasión, la nueva charretée de medidas liberticidas, con la coartada de luchar contra el paro. Por una vez los sindicatos llevan razón cuando señalan que si la cifra de parados disminuye en las estadísticas oficiales, no aparecen en esas mismas estadísticas la menor creación de empleos. ¿Cómo es posible? Te lo explicaré, en una próxima carta, tía Mercedes, pero eso lleva un nombre: falsificación de estadísticas.

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