José Vilas Nogueira
Manipulación informativa en El Mundo
Los socialistas portugueses, como los españoles, confunden la Constitución con un inodoro; nada más verla les entra flojera de vientre y se ciscan en ella
El Mundo, como es común en los grandes diarios, acoge colaboraciones de muy distinto signo ideológico. Esta pluralidad se manifiesta también en sus columnistas, o colaboradores habituales, lo que quizá no sea tan frecuente. Pero su diversidad ideológica no se limita sólo a los contenidos de opinión. También en el tratamiento de la información ese periódico evidencia enfoques ideológicos bien dispares. Posiblemente semejante heterogeneidad sea meritoria, aunque a mi no me lo parezca. En cualquier caso es tan acusada que no es lógico atribuirla a mera ausencia de un criterio editorial.
Hay así dos “Mundos”, uno más bien de derecha y otro más bien de izquierda. Casi toda la información de política internacional se incluye en el segundo “mundo”. Yo prefiero la información orientada por criterios derechistas, pero para gustos se hicieron los colores. Me conformo con que no se busque manipular. Aunque sea muy difícil encontrar una información enteramente exenta de contaminaciones ideológicas, sí se puede y se debe pelear por la separación entre información y opinión. Que la plena consecución de este objetivo sea imposible no condena el esfuerzo por acercarse a él, del mismo modo que la certidumbre de la finitud de la vida humana no estorba los intentos de prolongarla todo lo posible. Quienes niegan la pertinencia del esfuerzo por diferenciar opinión e información suelen ser gentes miserables, demagogos, que sólo buscan justificar sus mentiras y engaños.
El izquierdismo extremo de los informadores de política internacional de El Mundo no se limita a las críticas sectarias que dispensan a Bush o a Blair, sus colaboradores, y sus políticas, achaque lamentable pero nada sorprendente, dada su generalización, en España. Como prueba de ello, me referiré a una columna, firmada por Sonia Domínguez y publicada en la edición del pasado jueves, día 12 de enero de 2006, sobre las elecciones presidenciales portuguesas. La información se abre con este título (cuyo responsable, obviamente, no me consta): “Ex mandatarios lusos advierten del peligro del liderazgo de Cavaco Silva”. Cualquiera interesado en la cuestión no puede impedir un sobresalto. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “mandatario” es una persona que ocupa un cargo muy relevante en la gobernación y representación del Estado. Por tanto, parece implicarse que su advertencia del peligro del liderazgo de un candidato presidencial obedece a razones superiores a la contienda partidista.
Pero, ¿quiénes son estos ex mandatarios? Uno es el socialista Mario Soares. No hay, pues, para tanto: el ex mandatario es candidato competidor de Cavaco (y candidato recalcitrante; tiene ya 81 años) y el candidato “peligroso” también es “ex mandatario” (fue Ministro de Hacienda y Primer Ministro, durante diez años, con dos mayorías absolutas). Otro ex mandatario alarmado es Pedro Santana Lopes, ex correligionario de Cavaco Silva. No hay más. La información no cita más ex mandatarios preocupados por el posible (y probable; las encuestas le atribuyen un 60% de intención de voto) triunfo del candidato conservador. La omisión del significado partidista de los críticos, el candidato socialista y un líder conservador rival (con un año de penoso desempeño del cargo de Primer Ministro tras el acceso de Durâo Barroso a la Presidencia de la Unión Europea, y que perdió estrepitosamente las elecciones legislativas siguientes) sirve para disfrazar de alarma por razones de Estado una mera rivalidad partidista y personal.
Detengámonos un poco más en la superchería de Soares y Lopes, a la que el periódico concede tanto crédito. Han dicho que la eventual elección de Cavaco Silva supondría un riesgo para la estabilidad del país. ¿Por qué? Interferiría con el actual Gobierno (que es socialista). Para que no haya “interferencia” habría, por tanto, que votar a Soares. Bizarro argumento. Si el Gobierno es socialista, el Presidente de la República tiene que ser socialista. Razonamiento aún más formidable viniendo de Mario Soares, que fue un Presidente muy celoso de su autoridad y muy peleón con sus Gobiernos. Las elecciones presidenciales carecerían, entonces, de sentido. Los socialistas portugueses, como los españoles, confunden la Constitución con un inodoro; nada más verla les entra flojera de vientre y se ciscan en ella. Cavaco es un “peligro” porque es conservador. Sí, es un peligro pero para los socialistas, tanto más porque es un político experimentado e inteligente. Pero no es un peligro para Portugal, para su Constitución o para la democracia. Al contrario es un motivo de esperanza.
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