Carlos Semprún Maura
Desastres marítimos
Hoy, el Clemenceau hace ruta hacia India, arrastrado como un viejo inválido, inútil de nacimiento, porque, por lo visto, en Francia son incapaces de descuartizarlo preocupados por el amianto, del que está repleto
No tanto como el Reino Unido, pero casi –y para algunos, más– Francia se enorgullecía de su marina, la ponía por los cielos, junto a sus santos quesos y a Astérix, el héroe galo inventado por un judío ruso y un italiano. Y su célebre “Navale” (su marina de guerra) se convertía para la leyenda en “o terror dos mares”. Pues hasta eso ha naufragado, y ahora sólo les queda la posibilidad de barrer por los suelos los trocitos de su leyenda.
Tomemos el Clemenceau, por ejemplo, el portaviones nuclear orgullo de “la Navale”, y campeón del mundo de las averías. No sé si recordarán que movilizado durante el primer acto de la Guerra de Irak, el Clemenceau no llegó nunca a su destino, cada 50 millas tenía que refugiarse en un puerto para cuidar sus heridas, más diplomáticas que técnicas en realidad, ya que el ministro de Defensa de la época, Jean-Pierre Chevènement, saboteaba abiertamente dicha guerra, pues era forofo de Sadam Hussein. No le echó el presidente Mitterand, sino que dimitió él, pensando apuntarse el tanto electoral del “antiyanquismo”, muy popular desde siempre en Francia. Otro chasco, puesto que ha desaparecido electoralmente. Hoy, el Clemenceau hace ruta hacia India, arrastrado como un viejo inválido, inútil de nacimiento, porque, por lo visto, en Francia son incapaces de descuartizarlo preocupados por el amianto, del que está repleto. Yo, lo del amianto no me lo creo, por la sencilla razón de que si fuera tan peligroso como dicen, los casos de cáncer no se contarían por decenas, como ocurre, sino por centenares de miles. Eran muchos y parió la abuela, porque quien dice Marina, dice Astilleros, y nos enteramos ayer, miércoles 4, que los antaño celebres Astilleros del Atlántico, en donde se construyeron los grandes paquebotes que quisieron competir con los famosos Queen Elisabeth, los France y los Normandie, han sido comprados, por sorpresa por una compañía noruega. El patio se indigna ante este nuevo fallo del patriotismo económico, pero resulta que Noruega no sólo tiene Marina, tiene petróleo. Y no está en la UE.
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