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Amando de Miguel

A vueltas con los idiomas de España

A propósito de la experiencia en Julio Torres (de Málaga) en su viaje de vacaciones por Mallorca (se sintió extranjero), Xosé Antón Cadiernos Collar replica: “¿Qué se quiere decir con lo de extranjero? ¿Acaso el catalán ─como el castellano─ no es un lengua española?”. La observación de don Xosé Antón es que cuando un asturiano viaja por Castilla y León también tendría que sentirse extranjero, pues todos los carteles y avisos están en castellano. Si se me permite terciar en la polémica, diría que no es lo mismo. El castellano es el único idioma oficial y real para todos los españoles y por eso es el único que puede decirse que es “el español”. Habrá otras lenguas en España, pero no son oficiales ─ni tampoco reales─ en toda ella. Reconozco que el asunto es más de sentimiento que de razón, por lo que el lamento de don Xosé Antón, sin estar justificado, es parte del paisaje. Mi idea ─repetida una y mil veces─ es que harían mal los asturianos o los que hablan otras lenguas españolas distintas del castellano en prescindir de la lengua común. Se puede conseguir esa prescindencia favoreciendo la “inmersión lingüística” de los escolares en el idioma no castellano. Si así lo hicieran, como una expresión retaliadora, se harían daño a sí mismos. Sería una cretinez, pero por eso mismo se puede predecir que se trata de una reacción que va a ser atractiva para muchas personas.
 
José Grau (Cartagena) comenta la noticia de que en Cataluña el número de matrimonios (estrictamente) civiles supera ya al de religiosos. Su opinión es que debería hacerse la estadística con los “primeros matrimonios” para ambos cónyuges. La razón es potísima pero nadie ha caído en ella: los segundos y subsiguientes matrimonios solo pueden ser civiles de acuerdo con la legislación católica. Es decir, “los divorciados no pueden optar al matrimonio religioso”. Muy bien observado, don José. Si fuera usted alumno mío y razonara así en un examen, tendría el sobresaliente. Lo digo porque a mí mismo ─que explico en clase estos asuntos─ no se me había ocurrido una explicación que parece tan sencilla, tan obvia. Por otra parte, la consecuencia del razonamiento dicho es que en Cataluña hay más divorcios que en otras partes de España. Por cierto, aprovechando que el Llobregat desemboca en el Prat, cuando se publican estadísticas para toda España, es moda reciente que la casilla de Cataluña esté vacía. Es algo que en los anuarios estadísticos internacionales suele predicarse de los países atrasados. El símbolo mayor del atraso es no proporcionar estadísticas.
 
Mª Asunción Villalba Olivella me cuenta que asiste a un Curso de Diplomado en Sanidad que se da en Barcelona, dependiente de la Escuela Nacional de Sanidad. Todas las clases y apuntes del curso son en catalán, aunque asisten alumnos de fuera de Cataluña, gallegos en su mayoría. La dirección se ha negado a que se emplee el castellano. Una de las alumnas comentó que “cuando lleguen al final de curso ya entenderán el catalán”. Es evidente lo que aquí hemos señalado tantas veces: la imparable tendencia a la eliminación del castellano en una gran parte de (lo que ha sido) España. Para unos significará una alegría; para otros, una tristeza; para todos, una pérdida.
 
Sandra Llamas García (maragata ejerciente, emigrada a Madrid) me escribe una emotiva carta. Adelanta la prevención de que “me imagino que no le importará demasiado qué pasa con la vida de sus lectores”. Pues sí me importa y me interesa; si no, esta seccioncilla estaría de más. Doña Sandra cuenta su peripecia familiar como emigrantes, llena de sobresaltos, dificultades y esfuerzos. Por eso se rebela contra algunos políticos catalanes que tratan despectivamente a los castellanos y leoneses. Hago mío el memorial, puesto que mi familia de origen también tuvo que pasar lo suyo al emigrar. Le recomiendo una figuración de ese episodio familiar en mi última novela Nuestro mundo no es de este reino (Algaida). También muchos catalanes actuales fueron un día inmigrantes. Aquí nadie nació en el Paraíso Terrenal.
 
Leopoldo Gandarias Cebrián me recuerda una frase del presidente Tarradellas que viene al pelo con ocasión de la polémica sobre el boicoteo a (o de) los productos catalanes: “Los catalanes producen muchos calzoncillos pero no tienen tantos culos”.
 
Leoncio Feijoo (Pontevedra) me remite un escrito que no hay logrado que se publique en Galicia. Se refiere a una ordenanza del Ayuntamiento de Pontevedra por la que se exige que las empresas que contraten con el Ayuntamiento deben emplear el idioma gallego. El Tribunal Superior de Justicia de Galicia anuló en su día una ordenanza similar del municipio coruñés de Narón, pero en este caso guarda silencio. Añade don Leoncio que la página web del Ayuntamiento de Pontevedra solo se publica en gallego. Comenta con ironía: “Hay que reconocer que, como política espantaempresas y antiturística esta iniciativa monolingüística no está nada mal”. El animoso libertario ha ido con la protesta al Valedor do Pobo, pero esa institución le contesta que no tiene competencias en el asunto. Bueno pues aquí están estas páginas virtuales para ver si alguien se conmueve. Es una gota más de una impetuosa corriente que se ha llevado por delante la Constitución. Mis queridos amigos libertarios, el idioma castellano va a desaparecer de una gran parte de España. Alguna vez tendremos que tomar medidas para la promoción del que fuera idioma común de los españoles. Prometo avanzar aquí alguna iniciativa.
 
Antonio Olea Casas apunta regocijado, el alarde de bilingüismo que hace el BBVA en una sucursal de Galicia en Pontevedra. He aquí un ejemplo de los avisos bilingües en los carteles y formularios:
 
En castellano
- Cobros, pagos y consultas
- Atención personal
- Espacio para código de barras
- Remitente
- Destinatario
- Admisión
- Población
 
En gallego
- Cobros, pagos e consultas
- Atención persoal
- Espacio para código de barras
- Remitente
- Destinatario
- Admisión
- Poboación
 
Un gran avance en el bilingüismo; sí, señor.

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