Daniel Rodríguez Herrera
PP, siervo de titiriteros
¿Acaso los populares están intentando competir a ver si logran tener una responsable cultural con menos cerebro aún que la ministra CCCP?
Los políticos tienen que elegir, en muchas ocasiones, entre hacer lo que consideran que es bueno para el bien común o tomar una opción que piensen que les favorece a ellos o a su partido de cara al electorado. Un buen ejemplo lo tenemos en la batalla que Esperanza Aguirre está librando contra Montilla en la emisión en abierto del segundo canal público madrileño. Como liberal que es, Espe sabe bien que lo mejor que podría hacer para todos, tanto con ese canal como con Telemadrid, es cerrarlo y dejar de gastar el dinero de los contribuyentes en juguetes para políticos y sindicatos. Sin embargo, el ruido que está generando la polémica le vendrá bien electoralmente, puesto que el victimismo justificado frente al gobierno de Zapatero parece funcionar.
En otras ocasiones, en cambio, hay políticos pelín cazurros que apoyan medidas que ni sirven a sus intereses ni al bien común. Eso ha sucedido con la presentación, por parte del PP, de veinte enmiendas a esa ley de propiedad intelectual con la que el PSOE ha querido agradecer a los titiriteros los servicios del noalaguerra y el PP-facha. Esta ley, entre otras cosas, eliminaba la posibilidad de hacer copias privadas sin límite, para poner un máximo de tres. Una enmienda popular pretende eliminar incluso esa posibilidad. ¿Me quiere explicar entonces la insigne portavoz de Cultura del Partido Popular, Beatriz Rodríguez-Salmones, como pretende entonces “facilitar a los ciudadanos el acceso a la cultura”? ¿Acaso los populares están intentando competir a ver si logran tener una responsable cultural con menos cerebro aún que la ministra CCCP?
Los votantes del PP –como los del PSOE– somos principalmente consumidores de cultura, sea comprada o copiada. Esta ley, objetivamente, nos mete el dedo en el ojo a la mayoría de los españoles, incluyendo a sus votantes. En cambio, los fabricantes de productos culturales, que no han hecho más que intentar perjudicar al PP y favorecer a los partidos de izquierdas, reciben un regalo en forma de una ley que piensan que les permitirá mantener su obsoleto modelo de negocio unos añitos más. Los peperos son quizá tan idiotas que creen que así comprarán una tregua. Lamento desengañarlos; Ramoncín ciertamente brindará por esto con champán –perdón, quise decir cava catalán–. Pero luego irá a la tele más cercana a argumentar las razones por las que el PP es una camarilla de fascistas de tomo y lomo, con Almodóvar y Aranda de palmeros.
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