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Carlos Semprún Maura

Sol y sombra

en contra de lo que cierto pragmatismo ha impuesto a otros países europeos frente a la crisis o estancamiento económico de la zona euro, los sociatas franceses claman: ¡Trabajar mucho menos y gastar mucho más!

Ha pasado totalmente desapercibida la clamorosa conversión del Partido Socialista francés al Templo del Sol, esa secta suicidaría que, considerando que nuestras existencias y nuestras sociedades son un infierno, organiza suicidios colectivos para alcanzar rápidamente el paraíso que nos esperaría del otro lado del espejo. El pasado fin de semana en Le Mans, por abrumadora mayoría el congreso socialista ha votado una moción de síntesis unitaria, que la prensa, cuando no miope, ciega, ha calificado de “giro a la izquierda”, pero que en realidad ha consagrado el coro de los mártires avanzando, –abrazados y cantando la internacional–,hacia despeñaperros.
 
Algunos espíritus malévolos me susurran al oído que, sin embargo, y sobre todo si la mayoría actual sigue empantanada en sus rivalidades personales y sus polémicas solapadas, en 2007 es posible que gane la izquierda. En ese caso sería Francia entera la que se deslizaría por el acantilado. Ya está cuesta abajo y sus frenos no funcionan. El aparente vencedor del congreso, los candidatos a la candidatura presidencial siendo demasiados para llegar a un consenso, le dejan a François Hollande en su puesto de interino y eterno potiche. Eso no impidió al primer secretario amenazar al mercado de represalias y “socialización”. Ya no hablan de destrucción del capitalismo, pero sí de encarcelamiento, han sustituido la pena de muerte, por cadena perpetua.
 
Todo el resto va por la misma onda soviética: aumento de los salarios (1.500 euros de salario mínimo) y aumento de los impuestos “para los ricos”. Obligación de las 35 horas para todos, incluyendo los parados. Vertiginoso aumento de los gastos improductivos y de las limosnas estatales y anulación de la reformita de las pensiones anticipando la jubilación. Renacionalización de las empresas tímidamente privatizadas, como EDF, etcétera. O sea. y en contra de lo que cierto pragmatismo ha impuesto a otros países europeos frente a la crisis o estancamiento económico de la zona euro, los sociatas franceses claman: ¡Trabajar mucho menos y gastar mucho más! Aunque todo ello no pase de ser la habitual demagogia populista de la izquierda, lo que si queda en claro es la ausencia abismal del menor proyecto de gobierno por parte de los socialistas galos.
 
La huelga general de transportes (SNCF, RATP) impuesta por la CGT ha sido un fracaso relativo. Han circulando trenes y el metro, pero se ha trocado, en cambio, en un éxito político. El director de la SNCF, el ministro de Transportes, el presidente Chirac, todos, se han visto obligados a jurar que nunca, jamás, se privatizaría la SNCF so pena de “revolución”, y se han rajado ante ese chantaje mafioso. Además han aumentado los salarios y concedido primas. No es únicamente la “religión” del estado lo que moviliza a la comunista CGT, también juega la defensa de sus privilegios, su estatuto de funcionarios, salarios garantizados, seguridad del empleo, jubilación anticipada, etcétera.
 
La SNCF constituye un feudo comunista desde 1945, y no quieren soltar prenda. Pero EDF es aún más su feudo, y en sucesivos escándalos se ha demostrado que subvenciona al PCF. Sin embargo, la miniprivatización del 15% de su capital, ha sido un éxito rotundo: en pocos días cinco millones de franceses han comprado las acciones disponibles. Los partidarios de los monopolios estatales, ironizan, porque dichas acciones no se han disparado en la Bolsa. ¿Cómo iban a dispararse con la espada de Damocles de una renacionalización dentro de año y medio?
 
De paso señalaré que ni en el congreso socialista, ni, por cierto, en el programa de gobierno de la Grosse Koalition , en Alemania, se ha mencionado Europa.

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