Agapito Maestre
España no es un mito
Demos, pues, las gracias a Bueno, porque ha enseñado a las nuevas generaciones de españoles a decir patria sin sentir vergüenza.
Es el título del último libro de Gustavo Bueno. Esto no es, sin embargo, una crítica literaria, sino el recuerdo de un autor que por amor a su patria, por amor a su nación, ha cambiado, en cierto sentido, todo su programa intelectual. No quiero decir que haya abandonado sus investigaciones materialistas, ni mucho menos dejada a un lado su concienzuda obra académica, pero sí que, en los últimos años, su investigación sobre la cuestión de España es el tema prioritario de su pensamiento. Por eso, precisamente, sería interesante que Bueno nos explicase a los españoles las razones y, sobre todo, las pasiones que lo llevaron por estos nuevos derroteros.
Estoy convencido de que en esa explicación, sin duda alguna biográfica, hallaríamos muchas de las miserias y desventuras del pensamiento español contemporáneo a la hora de valorar la realidad nacional. El desprecio que buena parte del “pensamiento” español, políticamente correcto, ha tenido hacia la idea de nación española sólo es comparable, especialmente en estulticia y maldad, al proceso desnacionalizador, casi criminal, que los políticos nacionalistas y periféricos han sometido a la idea de España.
Lo cierto es que el filósofo materialista, serio y riguroso, que ha sido siempre Gustavo Bueno, ha cambiado su agenda intelectual a una edad avanzada, cuando se dio cuenta de que su patria, su nación, estaba en peligro. Este es el hecho, verdaderamente, loable. Pues si cambiar de proyecto intelectual es siempre difícil, hacerlo a una edad tan provecta tiene que ser doblemente reconocido: primero, porque es una señal de vitalidad sin par en el panorama intelectual español, y, en segundo lugar, porque está movido por un sentimiento patriótico y una idea de nación española dignas de ser envidiadas por todo ciudadano de bien.
Sí, cuando he leído “España no es un mito”, he comprobado que Bueno no contaba cosas inauditas, tampoco teorizaba cuestiones extravagantes, sino que ofrecía argumentos objetivos en forma de preguntas a favor de la unidad de España. Sí, por encima, de la argumentación contra la Leyenda Negra, creada en el exterior contra España, y contra quienes arremeten desde el interior por su existencia y consistencia, Bueno deja traslucir en su pensamiento una noción genuina de patriotismo español en las antípodas de cualquier tipo de nacionalismo. Sí, el amor a su patria no es excluyente, ama a su nación, pero no odia a las demás patrias. Nunca hubo “nacionalismo español”, no pudo haberlo, porque el español, en el interior o en el exilio, jamás perdió su nobleza. La afirmación de España no significa, pues, la negación o el odio de nadie.
Demos, pues, las gracias a Bueno, porque ha enseñado a las nuevas generaciones de españoles a decir patria sin sentir vergüenza.
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