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Agapito Maestre

¡Viva España!

Sólo por oír ese grito mereció la pena asistir a la concentración del Foro de Ermua. La dignidad de España había sido salvada

El sábado estuve en la concentración convocada por el Foro de Ermua a favor de la unidad de España y la Constitución. No dejaré jamás de asistir a estas movilizaciones genuinamente ciudadanas. La convocatoria fue aceptable, 20.000 personas en la Puerta del Sol, si se tiene en cuenta que los medios de esta plataforma ciudadana son limitados y apenas contó con el respaldo de instituciones y partidos. El Manifiesto redactado para la ocasión fue muy justo y, sobre todo, muy ajustado a la defensa de nuestra Carta Magna; pero, desgraciadamente, no consiguió que gentes de Barcelona, pertenecientes y cercanas al “colectivo” de los “intelectuales” por la invención de nuevas formas políticas o como se llamen, firmaran el llamamiento del Foro de Ermua. Me consta que algunos se negaron a firmar el manifiesto, porque no les gustaba su forma y mucho menos el fondo: la unidad de España. ¡Majaderos!
 
Los discursos fueron medidos, ajustados y políticamente muy correctos en defensa de la unidad de España y la solidaridad entre los españoles. Hubo, no obstante, una intervención magistral. Breve, sencilla y contundente desde el punto de vista filosófico, que me sacó de una cierta frustración porque todo fuera tan “racionalista”. Incluso la presentadora, llamaba al orden cuando los manifestantes pedían la dimisión de Zapatero. En fin, salí de mi sopor de corrección política, cuando apareció en el estrado el genial Gustavo Bueno. Fue el único que me sacó del ambiente frío y, en cierto sentido, distante de la atmósfera creada por los organizadores del acto. Sí, seguramente sin conciencia del problema, las buenas intenciones de los organizadores a la hora de defender el espíritu del patriotismo constitucional derivaron hacia unos discursos excesivamente racionalistas a la hora de defender España, como si ésta sólo estuviera contenida en la Constitución.
 
El maestro Bueno, el gran filósofo español, dijo grandes verdades: España es la única Nación política. El pueblo español está sometido a la Nación porque ésta contiene a nuestros muertos y a nuestros hijos. La llamada nación catalana es una quimera inventada por la izquierda divina, y la llamada nación vasca el producto de unos dementes. Gustavo Bueno hizo una pregunta retórica para movilizar antes a la voluntad que al intelecto: “¿Vamos a permitir entre todos que las ideas de unos dementes o unos nuevos cursis nos invadan?” No, evidentemente, si todos entonamos sin complejos el grito con el que concluyó su alocución: ¡Viva España!
 
Sólo por oír ese grito mereció la pena asistir a la concentración del Foro de Ermua. La dignidad de España había sido salvada. El patriotismo constitucional, por fortuna, no agota el genuino sentimiento digno de ser racionalizado: el patriotismo español. La lección de Gustavo Bueno es inolvidable.

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