Amando de Miguel
Neologismos
Luis Gómez Bueno (Madrid) interpreta el rechazo del verbo asperger ─que yo proponía─ por la resistencia que tenemos los hispanohablantes a “inventar verbos que no sean de la primera conjugación (-ar) cuando queremos nombrar acciones nuevas”. En su virtud propone que nos quedemos con asperjar (= rociar con menudas gotas un líquido más bien como un acto ritual). Don Luis propone distinguir el pulverizador del spray (o esprai). “El pulverizador debería reservarse para aparatos que funcionan mediante una acción mecánica, como apretar una palanca o una pera de goma, soplar. Mientras que spray se aplicaría a recipientes a presión, en los que el líquido a pulverizar se mezcla con un gas impulsor”. ¡Qué finura!
Adolfo (sin más; qué humildad) no ve la necesidad de “castellanizar como espray el inglés spray cuando disponemos del hermoso verbo asperjar y de su agente aspersor o, incluso, aspersorio… Claro que es batalla perdida. No me imagino entrando en una droguería y pidiendo un aspersor para después del afeitado”.Me temo que lo del aspersor se quede para los ingeniosos aparatos de riego. No me parece verosímil diciéndole al jardinero: “Por favor, Marcelino, aspérjeme el césped”. Para mí que lo de asperjar o asperger debe quedar para los actos rituales, incluidos los de la restauración cosmética. El hisopo para asperger agua bendita era un instrumento que, como monaguillo, me fascinaba. Todavía lo veo con reverencia, y eso que ahora los curas aspergen con cierta desgana. Hisopo podría ser también ese artilugio culinario que es la brocha para untar de grasa los asados.
Miguel A. Anoz opina que no hay por qué decir spray cuando tenemos aspersor. Recoge la definición del DRAE: “mecanismo destinado a esparcir un líquido a presión, como el agua para el riego o los herbicidas químicos”. Lo malo es que la gente dice las dos cosas: el aspersor del riego o herbicidas y el espray de los envases que utilizamos en cosmética, farmacopea o taller. De espray es difícil sacar un verbo. Vuelvo a ese tan lindo de asperger o asperjar. Me llamarán pesado.
Antonio García y Garmendia (Munich, salmantino de nación) recuerda que en su tierra siempre se ha dicho aspersor, “no solo aplicado a los riegos automáticos sino también a los pulverizadores de colonia (hacen polvo el líquido, atomizándolo) o aerosoles”. Dice don Antonio que los sprinklers de los americanos en Puerto Rico los llaman rociadoras, y añade “aunque a mí me suena más a regadera”. Hay que ver lo que da de sí esto de los asperges.
Guillermo Villacorta Gómez se pregunta: “¿De dónde viene la horterada de llamar spa a los balnearios? ¿Es una fórmula mercadotécnica para volver a promocionarlos? ¿De qué idioma proviene? ¿Es una abreviatura o un acrónimo?”. Muy sencillo, Spä es el nombre de un famoso balneario de Bélgica. Se ha importado recientemente ese nombre como genérico para designar las instalaciones de aguas termales y similares de los hoteles. Habría que incorporar el término al Diccionario Deonomástico Digital (DDD). Me recuerda la famosa frase de Francisco Silvela: “En agosto, en Madrid y sin familia, Baden-Baden”. Es el nombre de otro famoso balneario alemán. En inglés se utiliza el término spa como “balneario”. En español tiene el sentido dicho; es un neologismo. Puede sonar un poco hortera, es cierto. Lo de la ese líquida lo hace impronunciable para los sucesores de los visigodos.
Jaime Lerner (Tel Aviv, Israel) contesta a la petición de Jorge Alex, el del hyphenated name. Las hostas son un tipo de arbustos muy decorativos originarios del Japón. La palabra parece ser japonesa. Gracias don Jaime, una vez más. Hace usted honor a su apellido (= Ilustrado).
Juan de Juan echa su cuarto a espadas en la pequeña polémica sobre el “desarrollo sostenible”. Su propuesta es que la conservación de los recursos no es lo que hace verdaderamente deseable el desarrollo. En su opinión la expresión correcta debería ser desarrollo equilibrado. Tengo mis dudas. La noción de equilibrio añade poco. Habría que precisar entre qué extremos se mueve y a quién favorece el equilibrio. Si solo quiere decir “proporcionado, mesurado”, esa cualidad tampoco añade mucho. Insisto en que lo fundamental es que el desarrollo actual asegure la comodidad para futuras generaciones. En esta seccioncilla hemos adoptado lo de “desarrollo perdurable”.
José Padilla sugiere el término misoandria (= odio a los varones) como antónimo o complementario de misoginia (= odio a las mujeres). Sostiene don José que la misoandria se podría aplicar al “conflicto de los varones separados que tienen problemas con la custodia de sus hijos o con el régimen de visitas”. También es curioso que no tengamos una palabra para esa forma de desafecto por parte de las mujeres. Estoy seguro de que si dispusiéramos de esa palabra se mitigaría un grado la violencia doméstica.
Rafael M. García Herruzo propone “misántropo” (= odio los hombres). Está bien. Sin embargo, ya está cogida en el sentido de “aversión al trato humano”. Es menos aceptable lo de “andrógino” que sugiere Rodolfo Morales. Ya está admitida en el sentido de hermafrodita o de sexo indefinido.
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