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Carlos Semprún Maura

Un paso adelante, dos pasos atrás

Los comentarios sobre la no victoria de nadie, o de todos, son tan abundantes, como hueros. Aunque sea probable que la candidata “Angie” se ha mostrado torpe, no todo el mundo puede ser Tony Blair

La clase política y los medios franceses esperaban una victoria del canciller Schröder, en las elecciones alemanas de este domingo. No porque todos ellos comulgaran con las mismas ruedas del molino socialburócrata alemán, ni siquiera con el plan de reformas de la “Agenda 2010”, sino más egoístamente porque Schröder se había mostrado un buen aliado de Francia en cuestiones internacionales y europeas, apoyando, por ejemplo, el delirio anti Bush de Chirac y compartiendo la voluntad y la realidad del liderazgo de ambos países en la UE.
 
Los liberales esperábamos, en cambio, que con Angela Merkel las relaciones Alemania-EEUU, volverían a ser más solidarias y democráticas, y que se pondría un término a la arrogancia francoalemana con los demás países europeos y, particularmente, con los nuevos miembros. Los resultados de las elecciones nos han defraudado a todos, ya que sin mayoría absoluta, cualquier futuro gobierno de coalición tendrá que ser prudente y patoso en unos momentos en los que Alemania, como toda Europa, necesitan obedecer a la consigna de Dantón: “De l’audace, encore de l’audace, toujours de l’audace!”. Los comentarios sobre la no victoria de nadie, o de todos, son tan abundantes, como hueros. Aunque sea probable que la candidata “Angie” se ha mostrado torpe, no todo el mundo puede ser Tony Blair, que ha sabido a la vez reformar y seducir para convencer. Está visto que no basta con tener un buen proyecto político sino se logra ni seducir ni convencer. A decir verdad, las reformas entabladas recientemente por Schröder no eran del todo malas, aunque fueran impopulares, pueden resumirse diciendo que se trataba esencialmente de reducir gastos improductivos burocrático, limosnas estatales y de abaratar el “coste del trabajo”.
 
Habiendo jugado la baza de la globalización más hábilmente que Francia, Alemania se ha convertido en uno de los primeros países exportadores del mundo, mientras que Francia retrocede vertiginosamente en este sector como en los demás. Los empresarios, y el hasta ayer gobierno alemán esperaban que esa bonanza exportadora doparía sus empresas aumentando los empleos y el consumo internos. Pero está visto que han entrado en un compás de espera, confiando en que Frankenstein cree un gobierno de coalición estable. Aunque sea probable que nadie, ni CDU, ni SPD, al menos, haga caso de los delirios soviéticos de Oskar Lafontaine y sus compinches. En la prensa gala –y en la española–he leído que la oveja negra de la campaña electoral de “Angie” era su consejero financiero, Paul Kirchhof, debido a su proyecto de reforma fiscal considerada por los sociatas y los comunistas como ultrareaccionaria. Se trata de un impuesto único del 25%. “¡Las secretarias van a pagar los mismos impuestos que sus jefes!” mentían demagógicamente sus adversarios. No, los jefes hubieran pagado diez o veinte veces más que sus secretarias, según fuera la diferencia entre sus salarios. Sin ser experto financiero, más bien todo lo contrario, me parece una medida de sentido común y de justicia fiscal, aunque considere que 25% es demasiado, pero ya que Francia también está metida en reformistas fiscales, también me parecería de sentido común que el primer punto de su reforma fuera que todos los presuntos contribuyentes pagaran impuestos (bajos, desde luego), porque hoy, legalmente, sólo son el 50%. Pero ya tendré ocasión, en mi próxima carta, de hablar del largo aborto reformista en este país, del largo vals de las sombras en el Partido Socialista, del frío que produce en París el calentamiento del planeta, y de algunas cositas más.

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