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Amando de Miguel

Distinciones

Son innúmeros los correos que se refieren a la distinción entre eficaz y eficiente. No puedo citarlos verbatim porque ocuparía el espacio que no tengo. Por lo general no están de acuerdo conmigo respecto al criterio de “las cosas son eficaces” frente a “las personas son eficientes”. En su lugar me repiten casi todos la misma copla del coste. Eficaz = no atiende al coste. Eficiente = sí atiende al coste. Comprendo que sea un criterio, pero no es el único. Muchos de los correos me repiten el mismo ejemplito que oyeron en clase: “Matar una mosca a cañonazos es eficaz, pero sería eficiente matarla con una palmeta”. ¿Por qué hay que matar a la mosca?, pregunto. ¿Sería eficiente acabar con todas las moscas? Vamos a aceptar una transacción. Consideremos la combinación de solo dos criterios. (Podría haber más: el de conveniencia, justicia, etc.): el del sujeto y el del coste. Admítaseme este cuadrito en el que resultan cuatro formas de cumplir un objetivo.

Cuatro formas de cumplir un objetivo
El objetivo lo lleva a cabo
sin el criterio de coste
con el criterio de coste
un objeto material, un proceso
1. eficaz
2. efectivo
una persona, un grupo
3. expeditivo
4. eficiente
Ejemplos:
(1) Una noria es eficaz: saca agua
(2) Un motor eléctrico es efectivo: saca agua con menos costo que la noria.
(3) Una oficina tradicional es expeditiva: da salida al trabajo sin muchos miramientos
(4) Una oficina moderna es eficiente: da salida al trabajo con criterios de calidad, mínimo coste y máxima satisfacción.
 
Naturalmente, en las cuatro formas caben grados. Por favor, no se fijen en cómo es en inglés, que sobre este particular resulta confuso. Un ejemplo. Los “molinos” o generadores eólicos son eficaces porque producen electricidad de una forma sencilla. Pero son poco efectivos porque necesitan ser subvencionados. La decisión de colocarlos en los montes resulta expeditiva porque satisfacen la ilusión de una energía limpia y los gobernantes quedan bien. Pero es una decisión poco eficiente porque no pueden competir con otras alternativas más baratas y racionales.
 
Me llegan muchos emilios sobre la distinción entre honradez y honestidad. No puedo citarlos por razones de economía del espacio. Ahora, con el inglés dominante, la honradez ha quedado anulada por la honestidad. Son cosas algo distintas. La honradez se refiere a una cualidad moral, al comportamiento íntegro de la persona que la manifiesta. La honestidad (no en el sentido inglés) se refiere más bien a la apariencia personal, a la disposición del cuerpo. Digamos que la honradez es un criterio más amplio, que englobaría a la honestidad. Para los norteamericanos la honestidad equivale a ser sincero, no engañar. Esa virtud en España se aprecia poco. En todo caso estaría más próxima a la honradez.
 
Gran discusión sobre el alcance de evidencia y de prueba. Predomina en los correos el punto de vista jurídico. Por ejemplo, Javier Aymerich sostiene que “cualquier prueba admite otra en contrario”, en tanto que la evidencia es lo que no admite discusión. Bien, está claro, pero no hay por qué suponer que la jerga jurídica es la que se va a imponer siempre. En el de la ciencia empírica los conceptos tienen otro sentido. La evidencia es el resultado de una observación sistemática. Por lo general, la evidencia científica se asienta sobre la noción de probabilidad, luego admite otra posible evidencia contraria o complementaria. Mientras tanto, vale la anterior. En el mundo científico la prueba alude más bien a un experimento o un proceso que hace las veces. El resultado de una prueba suele ser una evidencia. Así pues, no son ideas que se contraponen, como en el lenguaje del foro.
 
Jaime María Villar Riu anda intrigado con la diferencia entre errático y erróneo. Es muy sencilla. Errático equivale a lo que no está fijo, va de un lado para otro, es errante, variable, tornadizo, cambia de forma de presentarse o de pensar. Erróneo quiere decir que está equivocado, que no se ajusta a la verdad, que difiere de la realidad, que es incorrecto. No debe haber confusión entre las dos palabras, aunque procedan de una misma raíz.
 
José Joaquín Muñoz Osuna (Écija, Sevilla) plantea varias dudas. “¿Qué es mejor, quizá o quizás?”. En la duda, lo más sencillo: quizá. Las autoridades de la lengua permiten las dos formas, pero lo de quizás es un poco redicho. Aunque a veces lo prefiere así el ritmo de la frase. Todo es cuestión de oído.
 
Otra: “¿Cuál es el diminutivo de sol, solecito (como dicen en Écija) o solito (como dicen en Sevilla)?”. Qué finura. A mí me suena mejor solecito, solecico, solecillo, etc. Por ejemplo, diría un navarro o un aragonés al vecino: “Aquí estoy, solico, tomando el solecico”. Sin embargo, diremos solazo.
 
No le gusta a don José Joaquín lo de explosionar. Pero, lo oímos tanto, que cabe sacarle algún partido. Se impone explosionar como “hacer explotar”. Por ejemplo, “Los terroristas explosionaron las mochilas bomba” (= hicieron que explotaran). Y, en efecto, “las bombas explotaron”. No me deja muy tranquilo, pero la jerga policial (antes “policíaca”) se nos mete por todas partes.

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