Juan Carlos Girauta
¿Alianza de civilizaciones?
Ahora le pasa a civilización lo que le pasó a cultura; si sigue su mismo destino, acabaremos familiarizándonos con una civilización del tanga, del calimocho o del pásalo
Hasta la vigésima segunda edición del diccionario de la RAE, civilización quería decir Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres. No sé yo si Rodríguez o su valedor académico habrán tenido algo que ver con la enmienda recientemente introducida, pero a partir de la edición vigésima tercera, civilización significa otra cosa: Conjunto de costumbres, saberes y artes propio de una sociedad humana.
Supongo que resultaría intolerable aceptar que existan sociedades más avanzadas que otras, o que sus ideas y costumbres puedan ocupar niveles diferentes. Esta inyección de relativismo cultural aleja un poco más al diccionario de la realidad. Cuando un autor escribe civilización, o la Civilización, alude a algo que todos tenemos en mente, aunque la lexicografía española ya no dé noticia. Si se adjetiva el término, miramos al pasado, a la civilización china, persa o mesopotámica. Si no, el grandioso sustantivo invoca algo con inconfundibles cimientos judeocristianos y grecolatinos. Algo sin embargo inaprensible. En plural y sin adjetivar, simplemente no lo entiendo.
La nueva acepción del diccionario de la RAE permitirá hablar de civilización esquimal o masai, papúa o samburu, tuareg o urueu-wau-wau. Los antropólogos las llamaron culturas, y en la UNESCO se oficializó un criterio que proscribe la mera constatación de niveles diferentes. No hay culturas superiores a otras, hay culturas distintas. Ahora le pasa a civilización lo que le pasó a cultura; si sigue su mismo destino, acabaremos familiarizándonos con una civilización del tanga, del calimocho o del pásalo, del mismo modo que los medios de comunicación fueron más allá que los antropólogos y popularizaron la cultura del botellón o del pelotazo.
Espero que la civilización del pelotazo no sea el fin ignoto de la Alianza zapatera, si bien el apoyo entusiasta del papá de Kojo alumbra las peores sospechas. No sé cómo se puede estar a favor o en contra de la Alianza de Civilizaciones cuando su promotor jamás se ha tomado la molestia de explicarla. De momento son tres palabras; lo único que podemos hacer con ellas es exprimirlas como limones. Antes he tanteado la tercera. En cuanto a la primera, alianza, no presenta muchas dudas. Tampoco creo que la preposición de vaya a solucionar el enigma. Pero el presidente se mantiene hermético, en sus labios se trocan en mantra, las saborea en foros lejanos, las convierte en esdrújulas, las exhibe desnudas como si fuera un empresario de variétés. Las pobres palabras no dan más de sí, ya se lo hemos visto todo. Y nada.
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