José Carlos Rodríguez
Cincuenta años del cheque escolar (y 2)
La educación, especialmente en comunidades con gobiernos nacionalistas, está cada vez más condicionada por la propaganda política. Si los padres recuperaran poder de decisión, la incidencia del adoctrinamiento en las escuelas sería menos grave
Milton Friedman inventó el cheque escolar para dar una solución viable, que permitiera a las familias elegir la educación de los hijos. La educación pública es necesaria, siempre se ha dicho, porque de otro modo las familias más pobres no podrían acceder a una escuela. No solo no es así; es que no es lo mismo que el Estado pague un servicio y que se encargue él mismo de proveerlo. Friedman separa ambas cosas, y propone que el Estado pague la educación de las familias más pobres con cheques que solo se pueden gastar en colegios. Ellas pueden elegir los colegios, que ya no tienen porqué ser públicos. Los resultados de su esquema han sido tan positivos, que no admiten un pero.
En los Estados Unidos son variadas las experiencias con cheques escolares, aunque el más extenso es el de Milwaukee. Los resultados son habitualmente los mismos. Los padres se implican más en la educación que reciben sus hijos en las aulas. Ahora pueden elegir, y quieren que la decisión que tomen sea la más acertada. La actitud de los alumnos mejora, y los resultados académicos no tardan en aparecer. Los colegios, por su parte, comprueban que ya no es como antes; no da igual lo que hagan con el dinero de los contribuyentes, porque si no mejoran se quedan sin dinero. La poderosa fuerza de la competencia despierta el interés de los colegios por mejorar la educación que dan a los alumnos. Ahora sus padres tienen la capacidad de elegir a quién va el dinero, y no están dispuestos a recibir cualquier cosa a cambio. Las encuestas revelan que los padres están más contentos con la educación de los hijos con el nuevo sistema que con el que no podían elegir. La integración de los alumnos de distintas razas se ha hecho más fácil en las escuelas de Milwaukee y otras áreas que funcionan con cheques escolares, como Cleveland, Maine, Vermont... Y los valores cívicos de los alumnos han mejorado.
Cuando se extendió la educación pública en dicho país, el gasto dedicado a la burocracia comenzó a ocupar una parte creciente de los presupuestos. Exactamente lo contrario ocurre en las escuelas que están sometidas a programas de cheque escolar, que se han esforzado en reducir el gasto de gestión al mínimo, para poder aumentar la parte destinada puramente a la educación.
Chile ha asombrado al mundo con una reforma de política económica con un éxito arrollador, que ha sido imitado en muchas partes del mundo: las pensiones privadas. Ese arrojo innovador lo ha llevado también a la educación; y ha adoptado un programa de cheque escolar que con el tiempo, a la luz de los resultados favorables, se ha ido extendiendo. Un ejemplo parecido es el de Nueva Zelanda. Enfrentada a una situación de crisis inició un programa de reformas que han asentado el éxito económico de las dos últimas décadas. El ímpetu reformador se ha trasladado también a las aulas, e introdujo el cheque escolar en 1985. En ese año los gastos burocráticos concentraban nada menos que el 70 por ciento de los presupuestos de las escuelas; en la actualidad es solo un tercio.
También se han desarrollado sistemas similares en Suecia y Dinamarca, aunque en este país con muchas rigideces. En Suecia los padres ven su recobrada libertad de elegir como un derecho, y un 60 por ciento de ellos observan que los profesores se empeñan más en sus esfuerzos con sus hijos. En Colombia se introdujo principalmente porque los recursos públicos de enseñanza secundaria no llegaban a todos los rincones del país. La iniciativa privada, con el apoyo del dinero público, lo ha hecho. La experiencia de Puerto Rico ha destacado, entre otros desarrollos típicos, porque incluso los colegios públicos que no forman parte del programa de cheques escolares se han visto forzados a tomar medidas y mejorar sus servicios.
Los resultados en España serían básicamente los mismos. Con una ventaja añadida, que por desgracia en nuestro país adquiriría una importancia crucial. La educación, especialmente en comunidades con gobiernos nacionalistas, está cada vez más condicionada por la propaganda política. Si los padres recuperaran poder de decisión, la incidencia del adoctrinamiento en las escuelas sería menos grave.
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